Medio desnudos
Los personajes son mayores de edad en este capítulo.
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Sus pasos son apresurados y torpes, quitan algunas prendas, suéteres, corbatas, cinturones, todo con rapidez y desenfreno. Pronto están casi piel con piel. Greg toma la ropa interior de Mycroft y tira del elástico una y otra vez hasta que por fin la retira, ahora solo hay una camisa que se interpone en el chico pelirrojo.
Las manos de Greg queman con un placer indescriptible, cada toque es como ponerse al fuego vivo pero con esa condición de no despegarse de la llama. Mycroft lo siente con todo su ser y agradece su piel sensible por dejar que el enrojecimiento marque el tacto ajeno sobre sus brazos y muslos, al menos por segundos. Su respiración es lenta, pero irregular, incluso algunos suspiros se atoran en su garganta y lo hacen querer toser con desesperación, pero su saliva se interpone, un hilo de hecho escurre por la comisura de su boca a paso agonizante, él piensa que es asqueroso pero realmente no puede hacer mucho por su cuerpo tan estimulado.
Su erección se balancea entre sus piernas y el deseo por ser acariciado crece, el simple roce del viento en el ambiente lo hacen querer correrse no sabe qué tan lejos puede llegar.
La camisa que aún está colgando sobre sus hombros da girones y se enrosca con incomodidad por lo húmeda que puede llegar a sentirse pero Mycroft no está dispuesto a sacarla, no ahora.
El deja que Greg, haga lo que necesita, besando su cuello con parsimonia y succionando para dejar moretones rojos que el mundo pueda ver, olisqueando su pecho y el delgado vello rojo que crece ahí, adornado por una constelación de pecas, acariciando sus piernas de arriba a abajo mientras tocan por accidente su ingle dejando tras suyo un rastro de lujuria.
Greg se siente igual de excitado, su miembro palpita con interés dentro de sus pantalones, esperando que se toque, pero primero necesita enloquecer a Mycroft.
El corazón de Lestrade late rápido, casi puede escucharlo por la fuerza con la que funciona, la vista de la persona que ama acostada entre sábanas blancas y con la piel más enrojecida que una manzana le dan a su libido con que fantasear. Lo besa fuertemente entre gemidos y algunos mordiscos en los labios. Mientras intenta abrir su bragueta, falla dos o tres veces porque sus manos se resbalan estúpidamente, se muerde la mejilla por la parte interna, deben ser los nervios. Cuando saca su pene de esa prisión de tela ni siquiera se ha bajado por completo los pantalones, solo están ahí varados entre sus piernas. Una de sus manos tienta el colchón y toma el lubricante que brilla con la luz de la lámpara, lo abre, y lo deja caer en sus dedos, inmediato siente la viscosidad.
Mycroft está dejando ir un pedazo de su vida con cada suspiro desesperado que expresan sus labios, su hombros duele un poco son atención pero no quiere tocar, esperar un poco a veces puede darle al placer ese toque de intensidad que lo hace mirar fuegos artificiales en una liberación intensa.
Él observa, siente, grita, los dedos de su novio están atravesando su entrada con facilidad, tan resbalosos y fríos, tan curiosos que presiona su próstata regularmente con una fuerza perfecta para no correrse pero si empezar a retorcerse un poco entre las sábanas. Tal vez una lágrima esté escurriendo en medio del acto.El ambiente se siente caliente, más de lo normal, dos cuerpos liberando este calor en un lugar pequeño mientras devoran las sensaciones jóvenes del sexo hacen que todo se vea más despreocupado.
Greg empuja sus dedos y siente la textura de las paredes de Mycroft abrirse, es como la gloria por un solo instante. Pronto no sabe cuánto ha pasado su muñeca empieza una queja dolorida así que se reubica y toma a Mycroft por las caderas, observa un poco todo y golpea sus trasero sin pensarlo, luego agarra su pene y lo moja con humedad que quedó en sus dedos, un sobre metálico sobresale entre sus bolsillos de su pantalón aún puesto, Lestrade lo abre, se pone el condón velozmente y con un asentimiento avisa a su pareja de su movimiento y comienza a introducirlo, Holmes hace una presión increíble, cálida, mojada.
Tardan un poco pero establecen un ritmo de embestidas, todo se siente tan intenso, todo apaga sus cerebros y de vez en cuando todo se combina con la masturbación, los besos, las caricias y los gemidos, ambos están alcanzando el pico de su disfrute, en medio del sudor y la ropa.
Mycroft se corre primero sobre su vientre, Greg después dentro del condón. No pueden respirar bien, a los dos les falta el aliento y que sus ojos dejen esa neblina para poder ver mejor. No dicen nada los primeros cinco minutos y el primero en hablar es Greg al notar disperso a su pareja.
—¿A dónde se fue tu hermosa mente cariño? —pregunta Greg dando un breve beso esquimal con su pareja.
—Solo espero haber estado a la altura
—¿De qué hablas? Fue genial
—Pensé que para alguien como tú sería, ya sabes, aburrido
Holmes es un chico único, pero generalmente inseguro, divaga constantemente entre ideas, las repasa, tres veces y luego comienza de cero y vuelve analizar, es alguien que sobre piensa todo y tal vez por ello sufre tanto de autodesprecio.
—¿Estás bromeando? Porque no entiendo a qué te refieres con alguien como yo
—No, es solo que te has hecho de una fama bastante coqueta en la escuela—Analizó un poco la situación mientras sus ojos vagaban con los ajenos buscando algún deje de aburrimiento. No encontró.
—Oh dios Mycroft debes dejar de preguntar si me aburro cada que estoy contigo, te aseguro que no es así y no voy por ahí acostándome con todo el mundo
—Lo lamento
—No, no te disculpes, solo deja de hacerlo
—Bien
—Ven aquí cariño
Greg lo abraza, no le importa si todavía están sucios, el necesita mostrarle a Mycroft que nunca estará aburrido de él.