Sexo aburrido
Mycroft es un hombre con necesidades y a pesar de eso jamás disfrutó del sexo. Sigue pensando que es un acto que las personas comunes tienen sobrevalorado porque tal vez le da un poco de sabor a sus vidas miserables, aún así ¿Cómo puedes amar el acto fome de intercambiar fluidos? es sucio, pegajoso y sobretodo es... aburrido.
Sinceramente no quiere pasar una noche más con un hombre que se da el título de dios en la cama, para que una hora más tarde se corra como desquiciado, mientras que él tiene que fingir por cortesía que le ha gustado y masturbarse hasta tener un orgasmo ¿Qué sentido tiene entonces hacerlo con otra persona, si el puede meterse los dedos y acariciarse tal y como le gusta? un compañero sexual parece ser solo un impedimento para alcanzar el placer.
Recuerda entonces a Alex, guapo, alto y con una personalidad agradable, pero, que terrible era teniendo sexo, el hombre se limitaba a solo abrirle las piernas y follarlo hasta que se cansaba, si estaba de humor tal vez lo tocaría un poco o besaría su cuello, pero por lo demás Mycroft estaba cansado de fingir sus gemidos, fue una lástima, hubiera sido un buen esposo. Y así puede seguir con su lista privada de malas experiencias, a veces se pregunta si realmente es malo para elegir buenos partidos o hay algo en esos hombres que no está viendo con claridad.
Años más tarde llega a su vida un hombre apuesto, educado e inteligente que mueve los hilos en su cabeza y alborota su libido como si fuera un animal en celo, es vergonzoso claro esta, no era normal tener una erección en una escena del crimen solo por mirar a un hombre gritar maldiciones a su equipo de trabajo.
Una llama que permanecía apagada se enciende entre sus entrañas y es molesto, no quiere sentirse así, no quiere desear a alguien que está lejos de su alcance y que posiblemente sea uno más de sus súbditos malos para follar. Aunque hay algo diferente en él, es como un brillo jovial que renace entre sus ojos, como el sol al amanecer.
Es de noche, el silencio del exterior de limita a molestos insectos nocturnos que llaman entre las hojas de su jardín, el frío que se filtra por su ventana no es muy agradable pero el placer de empujar un enorme dildo entre su trasero y la fricción de su mano contra su pene calman su bestia interna. Los gemidos que se escapan de su boca son tan delicados y eróticos, es una lástima que nadie los pueda escuchar ahora porque seguramente harían correrse a más de uno en sus pantalones.
Los dedos de Mycroft intentan empujar y mantener el juguete sexual en su lugar, a cada vez más rápido, más duro, los empujones contra sus prostata son deliciosos, el sonido acuoso de sus movimientos son obscenos en todo momento; su otra mano intenta apretar todo su miembro y ejercer la presión perfecta sobre la base cuando el inevitable orgasmo lo nubla, como el humo ciega la vista, está temblando mientras su garganta intenta pasar saliva y dejar escapar un grito gutural de mero alivio.
Ha terminado y se siente tan bien, que a veces se pregunta si los hombres pensaran en algo más que en ellos al momento de tener sexo por qué de otra forma no se explica que no puedan darle el placer que le da un maldito dildo y los dedos de sus manos.
Es una noche en navidad que finalmente deja fluir libremente sus impulsos, sabe lo primitivo que se ve y las burlas de su hermano parecen solo un roce de viento que se deshacen, no importa lo mordaz que suenen. El alcohol recorre su cuerpo como un energizante mundano, el sabor amargo en su boca se revuelve con su saliva quemando su garganta y el calor de su cuerpo se extiende constantemente por cada poro de su piel, está sudando, está riendo demasiado mientras su rostro se sonroja por cualquier chiste basura que Gregory suelta al aire. Es entonces que el aliento en su boca se corta cuando Greg deja caer su mano sobre su hombro con una confianza un poco abrumadora, tal vez es el alcohol el que hace que se vuelvan estúpidos ambos, o tal vez la tensión sexual se manifiesta tan fuerte como el humo de un cigarro.