Probando algo nuevo
Greg siente que sus manos están un poco húmedas por los nervios que recorren cada parte se su cuerpo como si fueran sangre. El calor del momento está subiendo a su cabeza con fuerza y se siente mareado. Aquél pasillo obscuro que tiene enfrente se vuelve simplemente largo, sus pasos no son suficientes para llegar a la puerta, de pronto un apretón en su mano izquierda lo trae de vuelta a la realidad, Mycroft lo tranquiliza con una sonrisa llena de afecto y en menos de dos segundos todo esto no parece tan malo.
Cuando conoció a Mycroft las mariposas en el estómago que los enamorados sienten no sucedieron, no porque el hombre no le gustará, si no que toda esa energía amorosa era más bien sexual y estaba bajando directo a su ingle. Mycroft era definitivamente un tipo atractivo pero difícil de tratar, siempre tan grosero y cerrado, Greg intentó llamar su atención en distintas ocasiones con elogios y algunos regalos sencillos, lástima que Mycroft estaba más ocupado masturbándose todos los días en casa mientras gritaba su nombre y Lestrade simplemente no lo sabía. Mentiría si dijera que no le sorprendió conocer mejor al tipo de sus deseos y descubrir que era una especie de bestia sexual en busca de nuevas experiencias, aunque tampoco se quejaba.
Mycroft tenía una extraña afición por el sexo y por más raro que pareciera para alguien como él, esa era la única verdad. La mayor parte del tiempo estaba buscando acompañantes para pasar la noche o pasaba horas en un club de alta sociedad de pervertidos que disfrutaban de shows de sexo en vivo; con su posición, sus influencias y su dinero, su identidad sería guardada y ninguna boca que quisiera vivir hablaría de ello. Claro que no se sentía orgulloso pero a falta de algún hombre que se dedicará a satisfacer sus necesidades ¿Qué más podía hacer?
Greg llegó lentamente y Mycroft puso sus manos sobre él apenas tuvo la oportunidad. Quién diría que antes de tener una cita fundieron sus cuerpos toda la madrugada. Tan viciados por el deseo y el anheló del alivio, del calor.
Fue una tarde cuando Mycroft lo sugirió con la voz más insegura que pudo haber dado, llena de altibajos de sonido en cada palabra, como si realmente solo murmurara entre dientes, pero Greg ha encontrado el camino entre cada una de estas expresiones, que para nada son extrañas entre ellos. Mycroft puede ser tímido cuando él lo quiere.
"Tal vez deberíamos intentarlo frente a algunas personas"
Greg sabía lo mal que sonaba esa frase y tal vez su sentido común lo alertó una o dos veces pero su libido por otro lado estaba interesado. El solo echo de imaginar las miradas curiosas y ajenas a las suyas atentos a su acto de consumar su amor y su lujuria enviaba descargas eléctricas muy placenteras.
Lo hablaron, cada punto, cada término y Mycroft prometió no comprometer la integridad de Greg. Todo se llevaría a cabo con confidencialidad y obviamente con personas discretas. Nada iría al expediente de nadie, esto nunca habrá pasado fuera de aquella habitación.
Ahora ambos caminan y antes de entrar por la puerta se tranquilizan una última vez con sus ojos llenos de calma y se besan, rápido, con fuerza.
La puerta se abre, un hombre bien vestido con el rostro cubierto los deja pasar, entonces al cruzar el umbral la duda a quedado fuera, ese miedo y vergüenza no existen más porque se han desvanecido en el pasado reciente.
Dentro hay sillas y muchas personas sentadas en ellas, lo tétrico de la vista es entendible, hay una cama enorme, las sábanas son rojas como el fuego intenso, las paredes son grises y la iluminación apenas da para alumbrar el lugar, no hay ruido, solo sonrisas ansiosas.