Un contrato fallido

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Kim Namjoon salió de la empresa donde ahora era presidente, suspiró entrando a su auto dejándose caer en el asiento cerrando los ojos.

—mamá, papá se ha retirado dejándome al frente de su empresa, tengo miedo que pronto me deje solo, para ir contigo... Dijo casi sin voz.

Una llamada lo sacó de sus tristes pensamientos y susurros.

—¿hola? Respondió al no reconocer el número.

—¡amigo! Estoy en casa con tu papá, ¿ya vienes?

—¿Yoongi? ¿Has vuelto? Dijo Namjoon sentándose golpe en su asiento con una sonrisa en su rostro.

¡siii! Finalmente he terminado mis asuntos en el extranjero...

—¡voy para allá amigo!, dijo Nam colgando la llamada.

El sol iba cayendo poco a poco aquella tarde; Nam se dirigió a toda velocidad a su apartamento antes de ir a casa de su padre; aquel día había sido demasiado pesado para él.

—Señor Kim, su auto ha sido devuelto, dijo el portero del enorme edificio.

Nam asintió dando las gracias yendo al ascensor, al bajar se encontró a un chico esbelto de rubios cabellos que lo esperaba en la puerta de su piso, la ropa que llevaba era provocativa, sin dejar nada a la imaginación.
Había olvidado por completo al chico de su contrato.

—¡su esclavo ha venido mi señor!, dijo el chico inclinándose como un pequeño sirviente sin verlo a la cara.

Namjoon abrió la puerta de su casa, —pasa, ya sabes que hacer, dijo sin más yendo a su habitación a quitarse aquel traje para ducharse rápidamente y colocarse después una bata de satín color vino.

El chico rubio entró a otra habitación de aquel apartamento, acto seguido se quitó toda la ropa, colocándose un pequeño traje de cintas de cuero y broches plateados que llevaba en una pequeña maleta; preparó algunos utensilios sobre una pequeña mesa y sonrió al ordenarlos y tocarlos.

Se subió a la inmensa cama, colocó un pequeño antifaz para tapar sus ojos, luego esposó sus muñecas a dos finas cadenas metálicas ubicados a la derecha y la izquierda de los postes de madera que rodeaban aquel mueble, colocándose después sobre sus rodillas y codos, topando la frente al colchón, esperando ansioso.

Nam entró vestido únicamente con su bata, el deseo carnal lo poseyó al estar frente a tan grata escena, aquel chico obediente que se hallaba esposado en aquella cama, vestido con algunas tiras de cuero unidas por argollas y broches dejando a la vista su blanca piel; esperando con ansias ser esclavo de sus manos, su boca, sus juegos, y la forma tan fuerte en la que lo follaba.

Aquello era lo que le encantaba hacer a Kim Namjoon; no era un sádico o un loco violento por naturaleza; él solamente adoraba la obediencia, era dominante, e imponente; sus contratos se dirigían sólo al sexo en el rol de amo y esclavo; tomar al chico a su merced en aquella habitación, castigarlo sin dolor, solo para provocarle más placer, eso le provocaba más que nada en el mundo.

Nam tomó un pequeño cinto de cuero y recorrió la espalda de aquel chico con su mano,
—¿quieres decir algo antes de comenzar? dijo tomándolo del cabello haciendo su cabeza hacia arriba.

—mi señor, ¿puedo hacerlo sin mordaza? Me gustaría sentirlo, dijo aquel chico con mirada suplicante.

—No, el contrato era específico, respondió con seriedad, –si fueras un lector más ávido te habrías dado cuenta que no permito que me vean a los ojos, que me besen y me toquen, al menos que yo lo ordene.

Después de aquello subió con lentitud a la cama, poniéndose de rodillas detrás del chico que se hallaba sostenido por sus cuatro extremidades, Nam estiró sus brazos posando su cuerpo sobre el chico hasta pasar las manos en su rostro para colocar la mordaza; tocando todo su abdomen mientras se deslizaba hacia abajo rozando su miembro cerca de sus glúteos; bajó hasta inclinarse a morder los tobillos provocando que el chico se estremeciera de placer.

Limerencia Y... ¿Moonlight? (Namjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora