Capítulo 11

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El estornudo naciente de la picazón en sus fosas nasales, fue desgarrador para el omega que alzó con más ímpetu la bufanda que llevaba alrededor del cuello, se sentía un tanto sofocado en el mar de personas que andaban de lado a lado en la estación de buses, las voces se arremolinaban como un torbellino que terminaba en un estruendo de alaridos, abrumaban al chico, quien esperaba con paciencia la presencia de su acompañante.

— ¿Cookie, estás bien? — el alfa tranquilamente se posicionó a su derecha, arrastrando su pequeña maleta con sus pertenencias y cargando sobre su hombro, el bolso del omega. Con las mejillas rellenas de un rubor proveniente del frío de su ciudad de origen, miraba los espasmos del cuerpo más pequeño.

— No, me duele el culo — murmuró sobándose la espalda baja con recelo, las tres horas de viaje le tenían con las piernas entumecidas, obligándole a caminar cual cervatillo recién nacido, buscando un soporte que sus extremidades no podían darle — No es que tenga, pero el dolor fantasma es aterrador —

Parpadeando y admirando a su compañero de viaje, que se retorcía cual máquina al que le falta un poco de aceite, solo pudo sonreír torpemente — Igual, agradezco que vinieras conmigo... Aunque pareces sufrir mucho por salir de tu cueva —

Aaron se encogió de hombros, se apoyó en el brazo del alfa para terminar de estirarse — Es un viaje y comida de Navidad gratis, como pobre vi la oportunidad y la aproveché... ¡Como un cupón de descuento o una oferta del supermercado!, lo veo y lo tomo — asintió para sí mismo escuchando sus propias tripas retorcerse al gruñir por hambre, él solito se había comido todas las galletas que Sebastián había llevado para los dos, y aún así, mantenía el apetito intacto.

Sebastián notó las manos del omega apretar su panza, con caricias circulares y suspiros cansados, realmente no podía dejarlo solo, Aaron era la clase de existencia que debías ver constantemente o un día, simplemente desaparecería.

— Tienes un problema allí —

Aaron negó — Tengo dos problemas — alzó su dedo índice y medio elevándolos hasta donde su brazo le permitió — Se me agotaron las baterías de sociabilización, estoy oficialmente muerto — empujó con ayuda de su falange sus anteojos desde el puente de estos queriendo evitar que se resbalaran — Cárgame —

— ¿Cargarte? — A veces Sebastián no podía seguirle el paso a su amigo, por mucho que acelerara su caminar, Aaron parecía saltar — ¿Aquí?, ¿Ahora? — Se le hacía tan libre, que a veces daba miedo tomar su mano, porque podrías decepcionarlo. Miró hacia los lados con gran disimulo, la estación estaba abarrotada de personas que se chocaban entre sí, todo por la finalidad de las fechas.

Aaron lo miraba como una maldición, el día que él decidía escapar de casa, todos los demás hacían lo mismo, era un fastidio — Sí, aquí y ahora — bostezó, debía darle un buen agradecimiento al chico, pues gracias a la muralla que era su cuerpo, con su anatomía junto a él, levemente inclinada, sirviendo de fuerte, nadie le había tocado y ello lo agradecía con inmensidad.

Dejando la maleta con ruedas soportada por su propio peso y acomodándose la mochila sobre su torso, se acuclilló para dejar que el omega se subiese en su espalda, le ayudó a acomodarse al empujarlo de los muslos, las manos de Aaron se aferraron a sus hombros con fuerza, y la cabeza del chico descansó contra su espalda. Ambos podrían ser parte de un dúo cómico, en donde los chistes principales estarían soportados en base a sus diferencias de alturas, Sebastián prácticamente le sacaba veintiocho centímetros a Aaron.

— ¿Estás cómodo? — cuestionó con voz pausada, melódica, igual a la sonata de una canción de cuna.

El olor a albahaca y tierra era mucho más embriagante al estar cerca de las glándulas del alfa, su omega percibía la protección que Sebastián podía darle y ello le gustaba, era parte de su naturaleza que su lado más primitivo anhelase lo que su amigo podía darle, seguridad — Sí, sigue siendo sorprendente, considerando que eres ochenta por ciento músculos... Pero ya dejemos las charlas — era más una petición nacida de su flojera de hablar — ¡Soldado, lléveme al infinito! —

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