Sentado una almohada junto a la ventana, sintiendo el frescor acariciando su rostro, admiraba maravillado los tiernos rayos del sol que partían algunas desafortunadas nubes. La pesadez en su cuerpo le tenía privado de fuerzas para levantarse del lugar al que llegó a parar, cual si fuese un soldado de guerra que cae tumbado en su lecho de muerte.
La noche anterior había sido movida, igual de rutinaria, pero fructífera a la hora de obtener ganancias de formas legitimas e ilegitimas, con un cigarrillo sobre sus labios, palpando la suavidad de cada belfo, el tabaco se le cayó de la boca, la rigidez de su cuerpo no le dio tregua a poder sacar el encendedor... de todas maneras ya había perdido el ritmo de su pequeña adicción.
Un mes concreto, sin calar el nocivo aire de su cigarro, justamente desde la noche en que tuvo esa pequeña salida con Sebastián, su vecino, su crush... El amor platónico que guardaba como secreto de confesión frente a un párroco. Sabía que era toda una fantasía de un torpe enamorado, sus oportunidades de triunfo había sido iguales a cero desde el principio, por eso no corrió cuando llegó a la línea de salida, no estaba dispuesto a correr sin sentido para perder el aliento sin obtener una recompensa.
Sus propios pesares le dieron energía para sacar el encendedor del bolsillo de su chaqueta, golpe a golpe, logró prender el fuego con el que impregnó la punta del cigarro, calando con fuerza para enfermarse. Su relación de amistad con Sebastián había avanzado paulatinamente y ello era más que suficiente para Aaron, quien desde hace mucho tiempo había dejado de esforzarse, porque se había caído tantas veces al suelo, que dejó de entender porqué se levantaba, así que solo se quedó echado.
Un pesimista de manual, ese era él. Dejó de ver hacia arriba, para pecar al descender su mirada. Trotando por la vereda, soltando cansadas y vastas exhalaciones, con la ropa empapada cerniéndose a su piel, con sus colochos bailando al son de cada paso y la seriedad propia de un alfa de buena raza, daba inicios a su día su joven y agraciado vecino.
— ¡¡Seb!! — gritó , su cerebro no le dio treguas, simplemente cuando se percató de sus acciones, ya había vociferado el apodo de su amigo. Sin poder retractarse, agitó sus manos de lado a lado para dar los buenos días.
Con el rostro iluminado por una sonrisa, Sebastián le regresó el gesto para saludarle — ¡Cookie! ¿Un cigarrillo a está hora? — regañó al cambiar la alegría por un tono mucho más inquisidor.
El susodicho se encogió de hombros con cierto rastro de desdén — Lo fume ahorita o más tarde, el daño es el mismo — se excusó con un pobre argumento, su siguiente modo de defensa sería decir que él era mayor - por tres años -, así que no aceptaría regaños de niños.
Frunciendo los labios el alfa negó — Deberías bajar a ejercitarte conmigo, no llenarte de nicotina —
Horrorizado, el omega pegó un salto en su lugar — Lo siento, Seb. Yo soy un muñeco de sala, no un muñeco de acción como tú. Paso — apagó el cigarrillo, de todas formas no lo estaba fumando por estar gritando a las tiernas seis de la mañana, para sostener una conversación con su segundo amigo. Quizá no tendría un novio, pero valoraría la amistad que le ofrecieron.
Con un par de negaciones y una linda sonrisa que enseñó su dentadura, el alfa siguió su rutina antes de marcharse a su trabajo, no sin antes, rodear la calle para ir por el desayuno.
Aaron simplemente se encogió en su sitio, acariciando sus cabellos para arreglar el alboroto que las corrientes de aire consiguieron provocar entre sus mechones castaños, el sueño empezaba a acariciar sus párpados, haciéndolo cabecear por no estar una zona óptima para quedarse a dormir. Se relamió los labios y buscó su celular en el bolsillo de su sudadera, tenía la idea de que navegar un rato en sus redes le haría mantenerse despierto el tiempo suficiente antes de poder comer.

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El Extra
RomansaAaron está en medio de una encrucijada de un romance cliché externo a él, entre sus vecinos; Sebastián, la personificación de lo imperfecto y Alex; la personificación de lo perfecto. Quienes parecen empezar a pasar del amor al odio cada día. Mientra...