— ¿Por qué siempre tomamos café para discutir los temas importantes? — Preguntó el adormilado beta que recargaba su mentón contra sus manos. Le pesaban los párpados y el rebosante aroma a fresas pegado en los rincones del apartamento empezaba a darle asco.
— Porque me gusta el café — la mayor de las simplezas emergió de su boca, mientras tomaba asiento en el suelo, al lado de su amigo, buscando robar la caja de donas que le había llevado — ¿Tienes problemas con el café?, porque si es así te pediré de forma nada amistosa que te retires de mi casa — Christopher no era bienvenido, pero los donuts sí, por eso los acercó con recelo hacia su lado de la mesa.
— Nos conocemos de toda la vida, sabes que me gusta — Chris alzó las manos, rindiéndose frente al omega, quien entrecerrando los ojos, volvía a poner la caja al centro, quizá solo un poco más cerca de él.
— Entonces no voy a pedirte de forma nada amistosa que te retires de mi casa — asintió al tomar la dona de tonos azulados bañada con chispitas de colores.
— Bien... ¿Sabes que terminé mis exámenes del semestre? — intentó, bajo la atenta mirada de Aaron, hacerse con uno de los postres que él había comprado, evitando por cualquier motivo rozar los que más le gustaban a su mejor amigo, no quería armar una guerra, que seguramente acabaría perdiendo.
— Sí. ¿Aprobaste? — con la boca llena, se acordó de su pequeño obsequio olvidado en el microondas — Porque te hice un pastel — soltó su dona para levantarse, podría parecer el mismo impasible omega frente a los demás...
Pero Chris sabía que estaba realmente emocionado por su obra pastelera.
Le siguió con sus ojos achocolatados, el recorrido fue rápido, cada paso demostraba la alegría que había en el omega, pese a la nulidad de una sonrisa en sus labios — ¿Y si te digo que reprobé? —
Aaron se detuvo a medio camino en su regreso, apartó celoso el plato donde guardaba el pastel que había horneado para su mejor amigo, lo regresó evitando que el beta pudiese verlo aunque fuese de reojo. Era una especie de tradición entre ellos, nació de un infortunio del muchacho con sus padres.
Christopher no era de los que lloraban, la única vez que Aaron le vio derramar lágrimas, el beta las había dado por él, en su nombre. La segunda ocasión, cuando contento quiso enseñarles a sus padres sus logros escolares y ellos lo hicieron sentir menos al espetar que ese era su deber, era lo mínimo que debía rendir e incluso profirieron que seguía siendo un mediocre. Entonces Aaron horneó un pastel, realmente era tan pequeño del tamaño de un cupcake, estaba asquerosamente dulce y vomitivamente mal horneado. Siquiera podía llamarse pastel y el pensar en comerlo era una especie de martirio que se usaría de tortura a un delincuente, sin embargo, Chris lo devoró cual mendigo al que se le ofrece un banquete.
— No te daré pastel. Te amo, pero no soy estúpido para recompensar tus desaciertos... Solo te hundiré y luego te daré palmaditas en la espalda — se alejó un paso buscando regresar.
— Aprobé, alto al fuego — volvió a alzar las manos en señal de derrota.
Aaron asintió mientras retornaba a su asiento en el suelo. Lo cierto es que estaba aliviado que su amigo aprobase, o no sabría qué hacer con el postre. Lo hizo para Chris, solo Chris podía comérselo — Entonces tendrás pastel —
Christopher siempre deseó preguntarle a Aaron, hasta cuándo dejaría de recompensarlo con un pastel. En realidad, el beta no era amante a los dulces, sin embargo, siempre esperaba ansioso el dulce de premio que recibiría de la única persona que en verdad lo amaba.
"¿Hasta cuándo, Aaron?"
— Aaron, ¿qué es está cosita? — Diminuto, del tamaño de un platito donde se apoya la taza del café, seguramente lo podría comer de un bocado. Ridículamente chiquito, podría caberle en la boca y sobrarle espacio.
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El Extra
RomanceAaron está en medio de una encrucijada de un romance cliché externo a él, entre sus vecinos; Sebastián, la personificación de lo imperfecto y Alex; la personificación de lo perfecto. Quienes parecen empezar a pasar del amor al odio cada día. Mientra...