Capítulo 8

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La saliva que se le acumuló en la boca, le supo pesada cuando pasó por su tráquea, la respiración fue borrada de su diccionario y el pesar de la tensión le endureció los músculos.

— Sí, Marcos, recibí tu carta... Tienes una caligrafía muy envidiable — bajó la mirada para escapar de esos orbes de claro color que parecían un espejo sobre el cual reflejar sus defectos — Tus sentimientos son muy nobles, pero aún muy tiernos —

— ¿Me... estás rechazando? — un susurro lastimero de alguien que perdió la esperanza.

— No realmente — con su mano sobre su nuca, presionó para aliviar el dolor en la zona — Solo digo que debemos conocernos mejor — Aaron no entendía, sí Marcos conocía a Alex, ¿por qué éste no le dijo su jerarquía?

El brilló regresó de inmediato a ese par de luceros que incandescentes quemaron a Aaron, obligándolo a encogerse para buscar refugio — Quiero conocerte, mucho, mucho más —

Pese a los pasos que resaltaron a su espalda y la mirada avergonzada de Alex, Aaron supo que era momento de cortar de raíz uno de sus tantos problemas; salir de ese quinteto amoroso donde él saldría perdedor.

— Para comenzar — tomó aire, ignoró el golpeteo de su corazón anonadado por los nervios, se señaló con su índice y sin mueca de expresión, prosiguió — No soy un beta, soy un omega, como tú y Alex —

Por el contorno de su mirada, captó la sonrisa ladina en los labios de Rogelio, una señal demostrando que se sentía un triunfador, de esos que merecen una corona de laureles por sus gigantescas habilidades. Su atención se prestó al castaño que le sacaba un par de centímetros más, para notar como la palidez robaba poco a poco el tono ruborizado del omega de adictivo aroma a fresas. Aaron supo por la intranquilidad de Alex, el porqué no pudo decirle al chico que su romance no llegaría a un destino deseado, no quiso romperle las ilusiones, así que lo empujó a él a hacer el trabajo sucio.

— ¿Un omega? — la palabra le costó a Marcos todo el aire que le quedaba en los pulmones, sus orbes titilaban dentro de sus cuencas oculares, y sus manos se aferraron al borde del suéter de lana que su abuela había tejido para él — No me importa que seas omega —

El ambiente se tornó el doble de pesado, el aire dejó de posarse entre el grupo aglomerado en la entrada del pequeño apartamento que bastaba para una sola persona. Alex jamás esperó una respuesta tan audaz de su mejor amigo, el pequeño Marcos que solía correr tras él por los pasillos de la universidad, acababa de dar una propuesta tan indecente para un mundo tan cerrado donde el amor estaba destinado por jerarquías.

— ¿No importa? — Aaron asintió, su mente hizo cortocircuitos en un instante, era su turno de responder, aunque el silencio era la contestación más cómoda que encontraba para su propia voz encadenada.

— ¡¿Ah?! — el gritó escandaloso que rasgó el oxígeno provino de Rogelio, sus pasos se hicieron mucho más pesados contra el suelo, clamando la intención de llamar la atención de todos los presentes, captando una audiencia a sus desvaríos — ¡Un omega, Marcos!, ¡Él es un omega, no es normal! —

Su acto fue nuevamente cortado por Aaron, no iba a dejar pasar inadvertidamente alguna burla a la declaración del omega, el mismo chico que no alzó la voz durante toda la desastrosa noche para quejarse de verse obligado a ir a donde los demás querían. Marcos se estaba esforzando. Con la mano alzada, impidió su paso, porque supo que no volvería a tocarlo, Sebastián lo prometió y lo cumplió al interponerse para detener a Rogelio.

Chris se volvió a colar en los pensamientos dispersos del omega, enseñándole el camino, desgraciadamente Aaron no sabía si era el sendero a la luz o a las penumbras.

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