Capítulo 25

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Tras contar la cantidad del pequeño fajo de billetes, echó un suspiro al aire, Aaron pensó que realmente un poco de felicidad se le había escapado en esos instantes. No era malo tener dinero, lo malo era que provenía de su despido por el número que había montado el día anterior por culpa de su celo.

Al menos le quedaba la gracia del golpe que el robusto beta se había llevado por parte de Sebastián. Lo invitaría a una cerveza de agradecimiento.

— La verdad... Hasta estoy feliz de tu despido — Christopher lo atrapó con la guardia baja, lo cubrió contra su cuerpo, depositando sus brazos sobre su barriga y el mentón en su cabeza — Podrás buscar un trabajo diurno cerca de casa —

Sebastián había cumplido su parte, llamó a Christopher para que llegase a auxiliarlo, porque él como alfa, no podía. Aaron estimaba de todo corazón que la situación no se hubiese descontrolado más allá de un beso al que se definiría de "nunca ocurrió", la culpa recayó en las feromonas del celo.

Su mejor amigo se quedó con él, tras darle la prueba de unos nuevos supresores que apagaron las ansias de reproducirse de su lado omega, regresó a la normalidad. Apto para ir al trabajo sin apestar, le pidió a Chris acompañarlo. Los resultados fueron los esperados, era un desempleado.

— Sí, supongo... No me pondré de quisquilloso, necesito un nuevo trabajo o no llegaré a — se calló por el sonido del metal golpeándose entre sí, unas llaves entraron en su campo de visión.

— Tengo buenas noticias. ¡Nos mudamos juntos! — Restregó el juego de llaves contra la cara del petrificado omega — Podemos irnos de inmediato, el sueño de dos amigos solterones, irse a vivir juntos —

Sus ojos se expandieron, no conseguía salir de su ensoñación. Un calorcito se instaló en su pecho, avivando la sonrisa que se coló en sus labios — Es un buen sueño — admitió para el reconforte del beta.

— Tu problema de la renta ha sido solucionado. Ahora sí, puedes ponerte exigente sobre tu nuevo trabajo — quitó una de las dos llaves, dándole una a su retraído amigo, quien se había sumergido en su propio mundo.

Por la forma escueta de su risa, supo que le gustaba la idea, y seguía de acuerdo en sumarse a esa aventura de convivir juntos en la misma casa. Aaron no mentía, su felicidad era genuina, hasta que la realidad llegó a taclearlo, lastimándolo. Se debía despedir de sus buenas noches en compañía de Sebastián.

Aunque si lo pensaba fríamente, el alfa seguramente dejaría de llegar a su apartamento, ahora que consiguió la retribución de sus sentimientos. No había escuchado todo el chisme completo, pero podía hacerse una idea. Entendió que su compañía no le haría falta.

— Entonces nos pondremos en marcha — el omega también recordó que debía empacar y eso conllevaría a mucho trabajo, solo de pensarlo le entró la pereza.

— ¡Sí!, ya empecé con algunos arreglos — tanta emoción desbordada por Christopher, le erizó la piel a Aaron; era el preludio... Se acercaba una tormenta.

 Se acercaba una tormenta

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