Libertad

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[Presente]

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Vegas no solo había llegado con comida, también traía flores grandes y abundantes, además de dulces – en su mayoría chocolates – y libros que seguramente serían su entretenimiento en ese lugar.

Pete se hubiera burlado de la situación sino tuviera la mente en otro lugar. Observó al Alpha enfrente suyo.

¿Ese hombre de ahí de verdad era el padre de su bebé? Todo parecía tan delirante.

—¿Te gustan? —Vegas sonrió al ver cómo el Omega tomaba el gran ramo de rosas rojas. Eran grandes, llamativas, con un color tan bonito; en Pete parecían resaltar aun más por su blanca piel.

—Son lindas. Aunque no era necesario. —Phongsakorn sonrió muy apenas.

Las alarmas en la cabeza de Vegas se activaron. Se sentó al lado del Omega y lo miró fijamente.

—¿Te hizo algo Nop? —El Alpha comenzaba a sentir esa ira volátil—. Pete...

—No, Nop no me hizo nada. —El sureño correspondio la mirada del chico.

Ante sus ojos solo había un hombre preocupado, nervioso y asustado ante una posible amenaza hacia él. Pero Pete no se dejaba engañar; detrás de esa persona se escondía una más perversa, calculadora y sádica.

Si Vegas no hubiera formado un lazo entre ellos, si el Alpha no se hubiera enlazado a él, probablemente Pete aún seguiría siendo torturado, o peor aún, podría estar muerto en este instante.

¿Qué fue lo que Vegas vio en él? ¿Por qué ahora resultaba tan diferente al Vegas que conocio? Incluso en sus inicios, en sus primeros encuentros, jamás vio esa mirada en Vegas.

Supo de sus aventuras, escuchó los lamentos de Khun Kinn al ver como todos y cada uno de sus amantes pasaban por la cama del primer hijo de la segunda familia, incluso vio como varios de ellos llegaron deshechos a las juntas de ambas familias solo para suplicar un poco de tiempo del hijo de Khun Kan ocasionandole problemas a Vegas.

Y en todo ese tiempo, jamás vio una mirada tan vulnerable como ahora.

Pete no era tonto, solo no quería darse cuenta. Vegas estaba, de alguna extraña manera, enamorado de él.

Tal vez era una simple ilusión, algo del momento o solo era una imperiosa necesidad de ser escuchado por alguien.

—Vegas —Se encontró acariciando el rostro del Alpha, dejando que su mano fuera el soporte para la mejilla del Theerapanyakul. Parecía una gatito manso en busca de caricias de su dueño— Gracias.

Los ojos del hombre enfrente de él se abrieron con sorpresa para después desviarse a las rosas.

—Si vas a sonreírme así puedo mandar por ellas todos los días, todas las que quieras. —Prometió Vegas con una felicidad genuina.

Pete negó sonriendo.

No agradecía por las flores, por los chocolates, la comida o los libros. La mente del sureño se la paso divagando, pensando, imaginando. Y todo había llegado a una sola conclusión.

Irónicamente encerrado en esas cuatro paredes con Vegas era libre; no había compromiso, no había poder, no había responsabilidad, no había alguien que guiará su vida en busca de lo mejor para él.

Solo eran Vegas y Pete, Pete y Vegas.

Ahora, con un bebé en su vientre podría deshacerse de lo que alguna vez aceptó bajo manipulación y chantaje. No tenía que casarse con Kinn, no tenía que arrebatarle la felicidad a su mejor amigo, no tenía que dañar a Vegas.

Vegas podría ser su Alpha. Suyo y de su bebé.

Si, todo era demasiado optimista.

—Es por la comida, tonto. —Phongsakorn rio mostrando los hoyuelos que Vegas tanto amaba—. Huele deliciosa.

—Entonces comamos. —El Alpha beso al Omega tomándolo por sorpresa—. Y después cobro mi recompensa.

Pete. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora