Retroceder

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[Presente]

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Pete miraba impaciente la puerta. Ahora que no tenía las esposas era tan fácil salir de ahí y enfrentar al padre de Vegas para proteger a su Alpha. Pero no quería romper la confianza que su pareja le había dado; Vegas estaba combatiendo sus propias inseguridades, dando pequeños pasos que Pete iba a respetar.

—Asegúrate de que cruce esa maldita puerta. —Escucho la voz autoritaria de Vegas después de la de Nop atendiendo sus ordenes. Lo vio entrar para después azotar la puerta. Vegas no lo miró, pasó de largo y, aún ante su atenta mirada, lo vio golpear y tirar las cosas.

No era la primera vez que lo hacía, pero Pete no pudo evitar tapar su vientre como instinto ante el desastre que Vegas hacia. De manera cautelosa, comenzó a desplegar su aroma para calmar al alterado Alpha.

—Vegas...

El cuerpo del hombre paro sus errática respiración para voltear a verlo. Su mirada tenía ese flama ardiente que hacía temblar a Pete en excitación. Se obligo a recordar su estado y su entorno. Su cachorro y él no habían tenido asistencia médica y no podía arriesgarse.

Nada de sexo violento.

—Vegas, ¿estás bien? —El sureño quiso descubrir que es lo que el Theerapanyakul pensaba; su rostro era inexpresivo pero su aroma comenzaba a marcar toda la habitación, a él en especial.

Vegas se recargo en la pequeña mesa, se cruzó de brazos para después tallarse el rostro en un gesto de ansiedad.

Entonces a Pete le asustó la mirada del Alpha. Era la mirada del mismo tipo que lo encerró en este lugar, era esa mirada con la guardia en alto como un maldito lobo en caza; desconfiado y calculador.

—Pete... —Vegas se acercó con pasos sigilosos y calmados alterando más al sureño— no tienes porque tenerme miedo.

—¿Quién dijo que lo tenía? —Phongsakorn decidió ponerse la máscara que utilizó desde un inicio. Su pecho dolió al pensar que otra vez volvían a retroceder.

Siempre que Kan aparecía, ese Vegas  regresaba alterando su calma.

Vegas acarició su rostro, mirando sus labios con un enfermo deseo, mostrando esa mirada impenetrable, invitando al sureño a descubrir que es lo que planeaba e hipnotizadolo de paso.

—No puedo perderte. —Declaró el Alpha antes de volver a encadenar la mano del Omega.

Pete abrió los ojos sorprendido al haber ignorado el tintineo de la cadena ahora otra vez en su muñeca.

—Vegas...

—Perdoname, Pete.

—¡Maldito! —Pete comenzó a sentirse colérico— ¡Sueltame!

Vegas cerró sus ojos suspirando como si dentro de su cabeza se llevara a cabo una guerra.

Pete. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora