𝘀𝗲𝘃𝗲𝗻﹔𝟎𝟕

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El avión aterrizó a las dos de la mañana en Corea. Gracias al cielo esta vez no tuvo a nadie observándolo por cada movimiento esperando que cayera en el falso para terminar flaqueando y cometiendo algún error. En ese aterrizaje estuvo casi completamente solo.

Descendió en completo silencio —bueno, lo que se podría considerar "silencio" dado su empleo—, pasó su tarjeta confirmando el fin de su turno y abandonó el complejo para dirigirse a su pequeño apartamento.

Efectivamente, regresó ya cuando estaba en las primeras horas del primer día de noviembre, el frío que lo poseyó casi devorándolo fue su clara señal. Y aunque el clima no era algo que le molestara, prefería estar envuelto en una cobija recostado en su cama y durmiendo si le preguntaban, gracias.

Se introdujo en la unidad, subió las escaleras y todo estaba tan silencioso que no dudaba en que todos estuviesen durmiendo tranquilamente. Pasó junto a la puerta de su vecino favorito sin prestar mucha atención creyendo que el mismo se encontraba descansando ya, aunque por su oído entró una conversación de manera borrosa.

¿...le vas a decir?

Okay, esa no era la voz de Yeonjun.

No lo sé. Digo, tienes razón. No llevamos conociéndonos casi nada por culpa del trabajo y porque siempre me la tengo que pasar ahí.

¿De qué estaban hablando Yeonjun y ese desconocido?

Vale, no se consideraba alguien particularmente inclinado a escuchar las conversaciones de los demás, ¿pero qué era lo que, aparentemente, el pelirosa le diría a alguien más? ¿Y por qué le daba la razón a ese chico de voz medianamente gruesa? ¿Será que ya se había conseguido pareja pero no le había dicho?

Ouch, algo le dolió.

Pero se ve que te gusta mucho, ¡mírate! ¡Traes esa sonrisa de idiota todo el tiempo!

—¡Es su culpa! —escuchó que dijo con algo de drama fingido... o quizás natural— ¡Es su culpa por irse paseando por ahí con esa cara bonita y ese uniforme que le queda jodidamente bien! ¡Es su culpa por mirarme con esos bonitos ojos! ¡Es su culpa por dar esos condenados besos que me vuelven loco! ¡Es su culpa por verse bien volando —sonrió, disipando esos pensamientos de duda que se instalaban en su mente— o estando parado sin hacer nada! ¡Todito es culpa de Choi Soobin!

Ahora necesitaba abandonar su cama mental para entrar a comerle la boca. Podría ordenar «un Yeonjun para llevar» y decirle lo mucho que le gustaba. Dormir podría esperar.

¿Ves? Incluso hablas de él como si fuera el dueño del cielo.

—Él es el cielo, Gyu-ah. Por él tienen sentido las canciones de amor.

Bien, ya había escuchado suficiente.

Aparentemente a Yeonjun le gustaba tanto como a él lo volvía loco. Aparentemente estaba siendo correspondido. Aparentemente podría darse el lujo de tener una historia con un desarrollo feliz.

Se movió hasta su propio espacio con la voz de Yeonjun aún sonando en su cabeza, quizás tan fuerte como para no percatarse del sonido que emitió su puerta al ser cerrada, aunque tampoco le importaba con lo bien que se sentía.

Estaba muy contento, sí, pero igualmente se daría a la tarea de afirmar lo que escuchó y de ganarse por completo al bonito chico dueño de cada uno de sus suspiros.

[...]

—¿Seguro que no quieres que te lleve?

El frío de esa mañana calaba en el pecho de Yeonjun, pero su primo en ese momento era mucho más importante que estarse convirtiendo en una paleta helada viviente.

𝐇𝐈𝐆𝐇𝐄𝐑﹔soobjun (숩준)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora