𝗳𝗶𝘃𝗲﹔𝟎𝟓

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Siempre que les pasaba algo así, daba la casualidad de que no volvían a verse hasta casi pasado un mes. Qué mezquino era el destino.

En esos últimos quince días, la cabeza de Soobin no pudo sacarse a su bonito pelirosa de la mente. En cómo se haba puesto y compuesto una vez que lo fue a ver y cómo fue tan lindo y amable que aunque le haba dicho que necesitaba que saliera de su departamento, cuando se negó fue tan dócil que lo dejó quedarse e impregnarse del aroma de su cama.

Cómo fue tan lindo y obediente.

Aunque, por encima de todo, no había dejado de pensar en ordenar su cabeza. Tenía que admitir que la confesión del otro era algo que se haba imaginado bastantes veces ya, que siempre quiso que fuera Yeonjun quien lo hiciera primero porque él no era muy bueno con las palabras y que su lado vanaglorioso había acertado al decirle que prácticamente le encantó al mayor en cuanto pudo ser capaz de mirarlo, necesitaba estar en paz consigo mismo sin que dos partes suyas pelearan constantemente en su interior debatiendo entre devorarle la boca a ese chico o dejarlo existir sin movimientos suyos de por medio.

Y es que era tan bonito, y su cintura lo volvía loco.

Yeonjun era como un modelo, tan lindo, perfecto, siempre viéndose bien independientemente de cómo estuviera vestido o qué tan pulcra fuera su apariencia. Aunque, bueno, Soobin no creía que ese pequeño chico que siempre trataba a todos con respeto y se conducía de manera tranquila fuera el Yeonjun de todos los días. Estaba seguro de que su voz cerca de su oído sera algo bastante adictivo de oír y que su voz al despertar le haría suspirar alguna vez, porque no iba a negar lo evidentemente sexy que le parecía con esa mirada hipnotizante, con sus rasgos filosos y sus facciones definidas, porque era lo más guapo que vió alguna vez.

Era casi como ver a un doncel, aunque estaba seguro de que no era uno. Era demasiado despierto para considerarse como tal. Y además había que ser tonto para pensar que el pelirosa no saba lo caliente que era.

Lo sabía, y mucho.

Y también sabía lo bien que se le daba cuidar de alguien más, y no precisamente porque trabajara de ello, sino que le nacía. Hasta ahora, en esos dos meses que habían transcurrido desde que se conocían, al menos cinco veces el mayor lo haba escuchado, repitiéndole que era muy bonito, que era realmente valioso y otras cosas que lograban hacerlo sonreír casi de inmediato al escucharlo.

Su Yeonjun era el equilibrio perfecto entre la cordura y la perdición.

Y si ahora saba que sus sentimientos fortuitos eran correspondidos, que el chico podría verlo de la misma manera que él lo hacía y que ambos miraban los labios del otro mucho más tiempo de lo que cualquiera pudiese notar, ¿cuál era el problema?

Bien, el problema estaba en que debía ir a Incheon a suplir a un piloto que volaría transportando a una organización presidencial dentro de tres días, pero en tres días comenzaría la última semana de octubre y no le gustaría pasarla en Estados Unidos.

El chiste se contaba solo: un coreano en tierra americana.

Además de que iría solo, sin ninguno de los escasos amigos que haba logrado formar en su trabajo, rodeado de gente que no conocía hasta en el asiento del copiloto. Si los estadounidenses no confiaban en los asiáticos, ¿por qué habían pedido específicamente que un coreano transportara algo así como una mina de oro? No tenía sentido.

𝐇𝐈𝐆𝐇𝐄𝐑﹔soobjun (숩준)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora