𝘁𝘄𝗲𝗻𝘁𝘆.𝗳𝗶𝘃𝗲﹔𝟐𝟓

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El azabache estaba sentado en uno de los sillones de su apartamento, probablemente su favorito, con la cabeza ida hacia atrás mientras suspiraba a la vez que esa expresión preocupada que se había adueñado de su rostro no parecía ceder ni abandonarlo. Las palabras de sus superiores esa noche no dejándolo ni a su mente, porque se reproducían una y otra vez:

Su credencial laboral está en juego, su permiso de empleo también está en observación.

Durante los últimos tres años, desde que egresó de su carrera y se aseguró tener la experiencia suficiente para unirse a la aerolínea de Ansan y que hubiese logrado ingresar, además que su buena experiencia lo llevó a trabajar en Seúl, la sensación de incertidumbre que ahora estaba en él no se parecía en nada, ni de lejos, a lo que sintió cuando las palabras de su ex-jefe en Deluxeflies le avisó animadamente que sería promovido.

Su trabajo, ahora sí, estaba híper mega comprometido.

Además de que ahora no estaba solo, sino que, junto con él, había un rubio que no había podido dormir correctamente como debía los últimos tres días posteriores a “la catástrofe”, igualmente que tenía un par —o más pares—de amigos en el aeropuerto que estaban haciendo todo lo posible para que no terminaran bruscamente despedidos o sin oportunidad para solicitar transferirse. Qué curioso.

Quién diría que, después de casi un año exacto —desviado por dos semanas faltantes—, estaría en la misma situación, aunque la ecuación tendría elementos adicionales que alteraban el resultado hasta que no supiesen si estaría sobre la perpendicular de los números negativos o si algún signo se multiplicara a sí mismo apiadándose de esas dos almas y les permitiera descansar en la recta positiva.

Deseaba fuertemente que el resultado diera en la segunda opción.

Se encontraba solo en esa habitación porque, por fin, había convencido a su novio de volver a salir, y en ese momento el chico se encontraba buscando algunas cosas para que ambos comieran juntos. En realidad, había estado luchando casi toda la mañana para que el mayor lo considerara siquiera una posibilidad. La situación en la que estaban los hacía sentirse demasiado minimizados, solo que uno lo demostraba mejor que el otro dadas las circunstancias, claro está.

Como si lo hubiese invocado con sus pensamientos, la puerta se abrió y Yeonjun entró por ella, cerrando inmediatamente que estuvo dentro. El azabache se levantó y fue directo a donde su novio para ayudarle a poner las bolsas en la mesa del comedor, y justo en ese momento le dió un abrazo cuando percibió esa ausencia de luz en su mirada, regalándole un pequeño beso en los labios que el otro no rechazó pero tampoco hizo nada por alargarlo.

A Soobin le dolía verlo así.

—¿Qué compraste, amore mío? —preguntó el azabache una vez que solamente se dedicó a darle otro abrazo.

—Fui por botes de ramen, helado, carne y unas brochetas —le respondió ahí recargado en su hombro, su voz sonando aún con esas cenizas que ese incendio llamado Práctica Social Aeroportuaria —also known as “la catástrofe”— le había dejado.

Soobin asintió suavemente a la vez que acariciaba su espada de manera cariñosa y reconfortante, moviéndose con él hasta que ambos estuvieron sentados en ese mismo sofá que él había ocupado minutos antes de que el chico cruzara la puerta. No se dijeron nada, no se miraron, no hicieron nada por sostener ese “todo estará bien” que en realidad ahora más que nunca les parecía una vil mentira, sino que permanecieron en silencio mientra se decían de otra manera lo mucho que ese sentimiento de confusión no los dejaba, mientras lloraban sin lágrimas y se animaban mutuamente para dejar de hacerlo, mientras compartían ese manto de indecisión por aquel futuro incierto que ahora les esperaba. Y aunque en algún momento de la historia y de sus existencias ambos fueron alternadamente más optimistas, ahora parecía que aquella cúspide estaba muy lejana y ellos en el fondo de un barranco.

𝐇𝐈𝐆𝐇𝐄𝐑﹔soobjun (숩준)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora