⚔ Capítulo 30 🛡

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CAPÍTULO 30. UN DESTINO INELUDIBLE

Reino de Laurassia

Año 472 de las Eras de Trondheim

Con pasos vacilantes, debido al exceso de vino, Breoghan recorría los pasillos de su pabellón secreto. Solía ir en esos momentos en los que el poderoso vacío de su vida se hacía insoportable. Cualquiera diría que los dolorosos recuerdos aumentarían la tortura y la confusión, pero para él era todo lo contrario, porque ahí había vivido los días más felices de su vida. A los que había puesto fin su padre, arrebatándole la última oportunidad de volver a ser humano y no la copia monstruosa de sí mismo  que este había forjado en su corazón desde que era un niño.

Aquel alivio, sin embargo, era efímero, porque al volver a su habitación, sus consejeros ya lo estaban acosando con sugerencias y peticiones.

—¡Majestad! —dijo uno al verlo aparecer por la puerta. Perecía exultante, por alguna razón.

—Ahora no...

—Pero, majestad...

—¡Dije que ahora no!

El aspecto del rey era lamentable, llevaba la túnica abierta mostrando las cicatrices de la última humillación que su padre había cometido en su contra. Dos años habían pasado y seguía pensado que la muerte que le dio había sido demasiado rápida. Sus consejeros seguían fingiendo que no sabían que él mismo era el asesino del anterior rey.

Se echó en la cama, pero ninguno de ellos se movió de su lugar. Eso era muy inusual, le temían demasiado como para tentar su suerte, lo que tenían que decir debía ser más importante de lo que pensaba.

Se medio incorporó y se quedó sentado mirándolos uno a uno.

—¿Quién va a ser el primero en morir por esta impertinencia?

—Yo majestad —dijo Jeur dando un paso al frente. Maldito viejo, sabía muy bien que nunca le haría daño, él había sido el protector y amigo de Arlette y por ese simple motivo toleraba sus desmanes.

—Di lo que tengas que decir y muérete, vejete miserable.

—Majestad, tiene que saber que la reina Ana de Soria ha dado a luz a una niña.

—¿Esa ramera al fin parió a un pequeño adefesio como ella?

Algunos se aclararon la garganta ante sus palabras malsonantes.

—Ese "adefesio" mi señor, es tu futura esposa.

Estaba harto de esa maldita alianza, su padre estaba obsesionado con ese pacto, tanto que lo había acosado de manera sobrehumana para ser el digno rey que desposaría a esa maldita bruja. Pensó que Ana era estéril, habían pasado muchos años desde su matrimonio y no daba señales de quedar preñada, eso le había dado un poco de tranquilidad, pero ahora toda esa tranquilidad se esfumaba como lo habían hecho sus sueños.

—Bueno, ya dieron la noticia, pueden largarse.

—Mi señor, debe ir a ver a su novia.

Breoghan no pudo retener la carcajada. ¿Su novia? Era apenas un esperpento que solo sabía chillar y cagar, ¿Qué querían? ¿Qué fuera su niñera?

Salió al fin de la cama y todos dieron un paso atrás cuando se acercó a Jeur, esgrimiendo la botella de vino que había mantenido con él en su caminata.

—¡No quiero ver, ni saber nada de esa mocosa! ¡Largo de mis aposentos o los mando a degollar, malditos buitres!

El anciano sintió un gran dolor en su corazón, la rabia que brillaba con destellos lúgubres en los ojos de aquel joven, solo eran una forma de ocultar todo el dolor desgarrador que la muerte de su amada le había dejado.

Todos se inclinaron y fueron saliendo uno a uno.

Jeur sabía que durante dos años la había llorado en silencio, sufriendo por ese futuro que nunca llegaron a ver. El anciano anhelaba decirle el secreto que guardaba desde entonces, pero le hizo una promesa a Arlette y no se sentía capaz de tentar al destino y condenar su alma, aunque sabía que aquella verdad podría cambiarlo todo en el corazón del rey.

Los meses siguientes fueron un verdadero calvario. Los levantamientos se sucedían cada vez con más frecuencia, y luego de cada uno sus consejeros, y ahora también los generales, lo acosaban con lo mismo: el reino se levantaba porque pensaban que Breoghan ofendía a los dioses al rechazar a la diosa prometida.

Año 484 de las Eras de Trondheim

Doce años pasaron, ganaban nuevos territorios, pero perdían otros. Aplastaba una comarca rebelde y de pronto surgía otra. Él sabía que lo de la alianza era una burla, la gente en realidad quería libertad, más alimento, menos impuestos y si, algunos querían a su reina. Pero la mayor parte del descontento era por otras razones, sin embargo, ya no podía seguir negando que las familias nobles lo miraban como una presa, el alfa de la manada sin descendencia. Y por fin, no tuvo más remedio que ceder.

—La princesa pronto cumplirá doce años.

Decían los deplorables ancianos.

—Al menos ya sabe andar por su cuenta.

—Y bailar, nuestros espías dicen que es una excelente bailarina, que es fina y delicada y sumisa como una paloma, además es prudente y sabia.

Mandó por ella y la respuesta que recibió encendió su cólera a niveles inimaginables.

—¡Romper la alianza! —gritaba fúrico—. ¡El maldito Frederick quiere romper la alianza! ¡Miserable, malnacido, mentiroso! Lo haré pagar por esto, va a lamentar este desplante.

Hizo pedazos el pergamino y miró al emisario de Trondheim que había llevado el mensaje ante el rey.

—Lleven a este desgraciado a mi calabozo.

—Pero, majestad yo solo...

—¡Silencio! Ahora vas a conocer la ira de un dios.

Había deseado romper el maldito pacto, pero no podía soportar que fueran ellos los que se atrevieran, pasando por encima de la gloria de su reino.

—Vayan por ella, la quiero aquí para las fiestas, no me importa sobre qué o sobre quién tengan que pasar, pero quiero a Ariana Brimill de rodillas ante mí así sea lo último que hagan en su perra vida.

La vieja obsesión de Hilsgard por la alianza, se había apoderado de su hijo como un fantasma, como una maldición. Desde entonces dejó de visitar los pabellones secretos, poco a poco, la idea de doblegar a la que consideraba su peor enemiga, lo consumía, llegando a dominar sus sueños la idea de vengarse en ella por el futuro que su padre le había quitado. 

Más Allá de la Sangre [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora