⚔ Capítulo 37🛡

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CAPÍTULO 37. LA CAMINATA

Obligar a los corceles a subir por la ladera de la montaña fue una tortura. Hacia arriba, siempre hacia arriba, cada vez más empinada, cada vez más fría y con menos aliento. Respirar se vuelve un acto de fe y dar un paso más una proeza de la voluntad. Justo ahora me alegro de que la pequeña Madelein no haya venido con nosotros, después de todo lo que tuvo que vivir, prefiero que no arriesgue más su vida innecesariamente.

La noche antes de partir fue a verme y me informó que había cambiado de opinión y que se quedaría en Laurassia. Pelkha estaba a su lado y se tomaban de las manos así que no había mucho que preguntar. Ellos se fueron primero y verlos marchar fue como ver brillar una luz de esperanza en medio del caos. Dos personas que habían vivido bajo la tiranía del maldito desquiciado que se decía rey habían escapado de sus garras y ahora planeaban un futuro juntos, ¿qué podía ser más esperanzador que eso? Es uno de los pensamientos que me hacen forzar un paso a la vez, no solo en el camino cubierto de una densa capa de nieve, con el viento gélido golpeando mi rostro y aun lejos de casa, también en mi camino hacia volver a una vida donde las heridas recibidas ya no marquen nuestro día a día, donde hayamos dejado el pasado atrás y solo nos importe lo que el mañana nos depare. Por eso sigo luchando, por eso sigo adelante, por eso no renuncio a alcanzar nuestro objetivo: el páramo congelado.

Cuando, al subir una colina, nos paramos en la cima y contemplamos aquel desierto de hielo, me embarga una sensación extraña. Estoy feliz porque al fin dejaremos de caminar cuesta arriba, pero muero de terror al enfrentar el último obstáculo que me separa de mi hogar. 

Leanna junto a un guerrero llamado Vismair y un rastreador llamado Morgain, nos han guiado a través de la montaña y lo harán por el páramo también. Son leguas y leguas de hielo por todas partes, me sorprende que nuestros antepasados hayan alcanzado a cruzar, al menos algunos de ellos lo hicieron, ahora para nosotros no es solo cuestión de honor, el reino entero depende ello.

—Vamos a descansar un día antes de comenzar, van a necesitar energía. Vismair y yo iremos a cazar.

Ya ni gasto energía en sorprenderme. Hay nieve por todas partes pero ellos siempre regresan con una presa y es algo que agradezco. 

—Mientras no seamos la cena, yo estoy conforme —comenta Margueritte mientras nos sentamos cerca del fuego. Nos acurrucamos muy cerca, como una familia de erizos que se pinchan en el día y se juntan para no morir congelados en la noche.

Si, tuvimos pesadillas durante varias noches en las que nos veíamos sobre una fogata, a punto de ser asados, pero Leanna, tomándoselo con humor, nos explicó lo del ritual y, aunque no estábamos muy convencidos, aceptamos que no tenemos más remedio que confiar en ellos, son nuestros guías después de todo.

—Por favor, díganme que están seguros que podemos cruzar con vida ese maldito desierto. —Los ojos de Dimitri casi están cerrados del cansancio. Hildegard y Angèle se metieron a la pequeña tienda de pieles hace un buen rato, son de lugares cálidos y el frío les ha afectado mucho. Dimitri lo sufre, Burgundia es cálido también, pero está acostumbrado a pelear al lado de sus hombres en todo tipo de clima.

—Es verano y tenemos guías, hay buenas posiblidades —responde Jason. No olvido que él y los otros Guardias tenían que haberla atravesado en pleno invierno, seguramente tuvieron algún tipo de preparación. 

—Te juro que si muero allá volveré del infierno para atormentarte —termina el príncipe levantándose para ir a descansar también. 

—No quiero morir convertida en una estatua de hielo. —Aunque trata de ocultarlo, la voz de Margueritte suena tamblorosa por el frío—. Prepfería morir en el campo de batalla.

Más Allá de la Sangre [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora