⚔Capítulo 39🛡

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CAPÍTULO 39. LOS PORTALES DEL INFIERNO SON PARA LOS INFIELES

Frontera entre Lyon, Laurassia y Trondheim

Dos semanas antes de la ascención de Breoghan al trono

La ventisca era furiosa y obligó a Arlette a detener su carruaje para descansar. Los sirvientes levantaron su tienda y ella no tuvo más remedio que echarse, porque el agotamiento ya no la dejaba ni respirar tranquila. Hilsgard le pisaba los talones, era solo cuestión de tiempo para que diera con ella.

Jeur se acercó a su lecho para intentar que comiera algo, cada día estaba más pálida y débil.

—Toma esto Niña, te dará energía.

—¿Para qué? ¿Para seguir huyendo? ¿Para seguir corriendo por los caminos como una loba hambrienta y solitaria? ¡Como una paria! ¡Una maldita que ya no tiene porqué pelear!

—No digas eso... 

—¡Él me traicionó Jeur! Se olvidó de mí, no le importaron todos los juramentos ni las promesas de amor, ni... —No pudo seguir porque el llando la hizo presa de violentos espasmos. Su corazón hecho pedazos le dolía y le dolía aún más la vida que crecía dentro de ella.

Se volteó para que el anciano no la viera tan destrozada, aunque él ya había visto lo mejor y lo peor de ella. Su vientre abultado le impedía moverse con gracia y cada día se sentía  más desgraciada. Se aferró al viejo manto de su madre y al medallón que esta le había regalado como último recuerdo de su legado.

—Niña, piensa en tu hijo...

—¡No lo quiero! Seguro será un maldito monstruo como su padre, los Leingrayd solo podemos producir engendros del infierno... 

—No menciones el infierno, sus portales son para los infieles —pronunció el anciano con solemnidad.

—Nuestra familia no tiene otro camino de atravesar esos portales.

—No sabes eso.

—Jeur mírame: yo soy una más de esa familia de víboras que solo sabemos escupir veneno unos a otros, ¿qué se puede esperar del vástago de una familia maldita? ¡Seguro heredará el orgullo de su padre y la maldad de su abuelo y la desgracia de su madre... —No pudo seguir porque, como si lo hubiera invocado con sus palabras, el mismo infierno se abría paso en su vientre con un dolor tan devastador que la dejó sin aliento para pronunciar una palabra.

—¿Niña?... ¿Estás bien?

—Ya... viene... 

Jeur entró en pánico. No era el tiempo aún, pero la tristeza y las carencias de un viaje tan duro la habían deteriorado mucho y seguramente todo el dolor que sentía había adelantado el parto.

—¡Débora! ¡Rápido, el bebé ya viene!

La mujer que los acompañaba y que servía de doncella para la princesa entró corriendo. Arlette se retocía entre las mantas y sudaba copiosamente.

—Déjenos —dijo y se acercó a ella mientras Jeur, con el corazón destrozado, salía de la tienda.

Se quedó cerca de la entrada, desde donde veía a la mujer entrar y salir, una y otra vez, llevando ella misma mantas, agua o hierbas. Escuchaba los gritos de la muchacha y lo único que deseaba era entrar para al menos sostener su mano o secarle el sudor de la frente, pero se tenía que conformar con elevar sus plegarias mientras se retorcía las manos con angustia.

Parecía que los minutos se hacían horas, las horas, días... Cuando, después de lo que pareció una eternidad, el llanto de un bebé atravesó el aire frío y, no pudiendo soportar la incertidumbre, entró corriendo a la tienda.

Más Allá de la Sangre [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora