⚔ Capítulo 36🛡

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CAPÍTULO 36. LA FUERZA DEL CORAZÓN

El sonido de tambores inunda la aldea. Creo que nadie ha quedado en sus casas, ya que, alrededor de las fogatas, se reúnen cientos de personas. Margueritte y yo caminamos hacia una de las fogatas y nos sentamos a cierta distancia a contemplar las eufóricas danzas de los hijos de la tierra.

Han puesto en nuestras manos lo que parece una bebida fermentada y decidimos que, si a ellos no les afecta, bien podemos arriesgarnos.

Pelkha, Madelein y Angèle se atreven a intentar unos pasos. Desde hace un tiempo se han vuelto muy unidos. Hildegard y Dimitri, al igual que nosotras, se mantienen un poco alejados. Leanna se llevó a su "Elegido" a hablar con las madres en el templo. Resoplo impaciente, pero no me queda más que esperar.

—¿Sabes? Me siento estúpida por no haberme dado cuenta —pronuncia mi amiga con palabras débiles. Como si fuera una vergonzosa confesión. Me armo de valor, no quiero hablar del asunto, pero si ya decidí que debo seguir adelante, quizá sea un paso ineludible.

—Perdona por no decírtelo, no es algo fácil de abordar...

—¡Ya lo sé! Y eso es lo que más me molesta, que yo sé cómo es, yo debería haberme dado cuenta.

—¿Qué estás diciendo?

Baja la mirada, en verdad está avergonzada.

—Mi madre... yo no lo entendía, era solo una niña y más bien me enojaba su actitud taciturna y apartada. Quería que fuera una madre como las demás: iban al río y charlaban con las otras mujeres, compraban telas y enseñaban a sus hijas a coser, reían y cantaban. Pero no Lyneth Bèringer, ella era la rara de la aldea y por consiguiente yo también.

—¿Cómo lo supiste?

—Cuando crecí me di cuenta de que había sido obvio todo el tiempo. Cuando papá no estaba, ella sonreía y cocinaba conmigo, no cantaba, pero al menos parecía un poco normal. Al regresar papá, todo cambiaba, al escuchar su voz ella temblaba, su mirada se ensombrecía y nos miraba a mis hermanos y a mí cómo si nos suplicara... No sé, no sé... —Se detiene porque se le cierra la garganta y no puede seguir. Tarda unos segundos en recomponerse—. Si hubiera tenido alguien con quien hablar quizá mamá no se habría quitado la vida.

—Eras solo una niña, ¿cómo ibas a imaginar...?

—No podía, pero igual no habría hecho nada. Mis hermanos eran mayores, ellos si entendían, pero era papá, su esposo... ¿Qué de malo tenía? Y aún no se siente correcto.

Contiene las lágrimas. Esto dio un giro muy inesperado, nunca antes me había hablado de su familia y ahora entiendo el porqué. Pongo mi mano sobre la de ella y nos quedamos en silencio un rato.

—Por eso —vuelve a hablar con su tono habitual—, no te atrevas a no buscarme si necesitas hablar.

—Descuida, te buscaré. —Te buscaré amiga, porque no tengo a nadie más para apoyarme en momentos como este. Sin madre, ni hermanas, Margueritte es ahora casi la única familia que me queda, a parte de mi padre con quien de seguro no quiero conversar sobre cómo me siento con respecto a lo que me sucedió esa noche—. ¿Bailamos?

Me dirige una mirada burlona.

—¡Claro! Hacer el ridículo es lo único que le falta a esta noche para ser perfecta.

Nos movemos imitando lo que hacen los demás e inventando un par de pasos sin ton ni son.

—¿Puedo pedirte algo? —pregunta sin dejar de moverse, pero un poco bajo. Me cuesta oírla por encima del ruido de los tambores.

—Claro.

—Sé que cuando llegue el momento vas a ser quien mate al maldito...

La observo con detenimiento. Ella sigue.

Más Allá de la Sangre [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora