L - El Final Del Camino, Parte II

598 60 35
                                    

Dean supo desde un principio que atravesar el patio central del castillo en compañía de un lobo gigante sería sencillamente imposible si pretendían no ser detectados. Lo que no imaginó sería que al llegar allí encontrarían el lugar inusualmente desierto... y custodiado por una docena de guardias armados. 

—Allí se va nuestra chance de ser discretos —Gabriel susurró desde su escondite, abrazando a Sam por el cuello para evitar que el mismo avanzara hasta donde pudiese ser visto. El animal, por su parte, erizado y gruñendo bajo ante la presencia cercana de tantos alfa armados, no parecía demasiado dispuesto a cooperar por mucho más tiempo, lo cual sólo empeoraba la situación.

—No tenemos muchas alternativas, Gabriel —Dean repuso con una mano en el mango de su espada, sintiendo como su propio omega interior se erizaba ante el inminente peligro. Y era cierto. Necesitaban llegar cuanto antes a las cocinas, para disponer que la poción de la verdad fuese servida a Lucifer a tiempo para la audiencia. No podían darse el lujo de esperar a que los guardias se retiraran de ese lugar, cualquiera fuera el motivo por el que estuvieran allí.

Cuando se lo hizo saber, su cuñado frunció el ceño, disgustado.

—¿Y cuál es tu brillante plan? ¿Atacarlos? ¡Ellos son doce, Dean! Y yo viajo con equipaje, ¿no sé si lo recuerdas?

—Sólo necesitamos distraerlos, no enfrentarlos —el omega replicó obstinado, ignorando su propio estado y la incomodidad que le producía el tener que ser cuidadoso por ello—. Ten, quédate tú con las pociones, eres el único que tiene una excusa para estar aquí, después de todo... 

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Que no te revisarán si te descubren rondando el castillo.

Gabriel abrió su boca para protestar mientras Dean extraía los pequeños viales de sus bolsillos y se los entregaba en un manojo, obligándolo a colocar sus manos como un cuenco para poder sostenerlos a todos.

—¿Y tú qué rayos vas a hacer? —le espetó en un murmullo indignado, guardándolos con mucho más cuidado que el que su impaciente cuñado había empleado un segundo atrás.

—Lo que haga falta para que puedan atravesar el maldito patio y llegar a las cocinas--

—Dean, no —Gabriel lo sostuvo por un brazo con fuerza. De inmediato Sam comenzó a gruñir más fuerte, haciendo eco al enojo de su pareja, y el mayor de los omega no tuvo más opción que detenerse.

—¿Qué? —repuso de mala gana.

—¿Puedes dejar de sacrificarte por nosotros por un momento y trabajar en equipo?

—No me estoy sacrificando, estoy intentando--

Pero sus palabras murieron en sus labios en cuanto escucharon un barullo proveniente de la otra punta del patio, donde un grupo de sirvientes al parecer había decidido enfrentar a los guardias apostados allí.

Intercambiando una mirada cargada de curiosidad, ambos omega hicieron silencio, para tratar de escuchar qué era lo que estaba ocurriendo.

¿Cómo demonios esperan que organicemos este sitio si no podemos circular libremente por él? —una voz exclamó indignada, y Dean pudo reconocer sin problemas la acidez característica de Frank Devereaux.

Deja de quejarte y vuelve a tus tareas, beta —uno de los guardias le contestó de mala gana, pero enseguida fue interrumpido por otro coro de voces inconformes.

¡Nuestras tareas incluyen circular por el patio, señor!

—¡Hay despensas al otro lado!

La Manzana Prohibida (Destiel Omegaverse AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora