III - Compromiso

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Ingresar al castillo no fue para Dean tan sencillo como salir del mismo: Todo parecía indicar que la corona estaba planeando otro banquete, por lo que el patio de carretas estaba revolucionado, y por donde quiera que mirase había sirvientes ingresando mercancías y guardias custodiándolos. Si no tenía cuidado, el joven príncipe se arriesgaría a que lo descubriesen, y sería el fin de sus aventuras.

-¿Cómo demonios se supone...? -Murmuró, frustrado, mientras observaba desde una distancia segura la enorme caravana de comerciantes aguardando para dejar sus cargamentos en el patio. Eran tantos que comenzaban a formar una fila en el camino de acceso al castillo. -Si tan solo pudiese esconderme en alguno de esos... -Pensó mientras observaba lo que los campesinos iban cargando en sus carros.

Toneles de vino... hierbas aromáticas... algunos corderos... rollos de la más fina seda...

-¡Eso es! -Exclamó, entusiasmado.

Aferrando el pie de manzana en sus manos con firmeza, corrió ágilmente hacia la última carreta en la fila y, de un grácil salto, se coló en el mullido cargamento sin un sólo sonido. Sedas: el perfecto camuflaje para las llamativas ropas de Dean.

Cubriéndose hasta la frente con un bonito género estampado en tonos de verde, el omega aguardó paciente su oportunidad para brincar fuera del vehículo sin ser visto.

°

-¡Bien hecho, Alteza! Ese fue un grupo impecable. -El instructor de tiro con arco de Sam lo felicitó luego de que el príncipe hubo acertado todos sus disparos en el centro de la diana, a milímetros unos de otros.

-Muchas gracias -El joven repuso, conforme con su desempeño. El tiro con arco era una de las tantas disciplinas que desde pequeño había aprendido, y se le daba muy bien. -Con tu permiso, ahora iré a descansar un poco. -Agregó entregándole su inmenso arco al beta, quien lo recibió con una reverencia.

-Por supuesto, Alteza, mañana continuaremos su práctica.

-Gracias.

Sam caminó por el patio de armas mientras estiraba sus músculos tensos luego del entrenamiento. Comenzaba a sentirse hambriento.

Algunos sirvientes lo saludaron respetuosamente al verlo pasar, y a todos el príncipe respondió con su característica amabilidad. Le agradaba la sencillez de aquellas buenas personas.

Estaba doblando un recodo para ir hacia la entrada más próxima cuando una veloz figura encapuchada se chocó contra él y se trastabilló peligrosamente. Sam lo tomó por un brazo para ayudarlo a recuperar el equilibrio, y el otro gruñó.

-¡Ten cuidado Sam, maldición!

-¿Dean? -El menor inquirió extrañado, mientras su hermano lo fulminaba- ¿Qué haces aquí? Dijeron que estabas enfermo. ¿Y qué es ese olor?

El omega sintió que su corazón se saltaba un latido: ¡La poción! ¿Aún no había terminado su efecto? ¡Se suponía que las horas ya se habían cumplido!

Con un carraspeo elusivo, levantó el pastel que traía en sus manos y lo acercó a la nariz de Sam para distraerlo.

-Pie. -Dijo con simpleza. -Y mentí al decir que no me sentía bien, Sammy, ¿no es obvio? Sólo quería estar tranquilo por una vez.

-¿Pero qué haces vestido así? -El alfa insistió, confundido, mientras no dejaba de olfatear el aire. Algo en Dean no olía bien.

-Ya deja de hacer eso, pareces un maldito sabueso. -El mayor le reprochó mientras comenzaba a caminar, rogando que lo que le quedase de poción en la sangre se evaporase enseguida. -Me vestí así para poder pasear por el patio de carretas sin que Padre me descubriese y me encerrase bajo siete llaves. Sabes que odia que me codee con los campesinos.

La Manzana Prohibida (Destiel Omegaverse AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora