XIII - Instinto

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La temperatura de la fría despensa aumentó notablemente a medida que Dean y Castiel continuaron besándose. La pasión que los consumía, ese fuego interior primitivo y avasallante, anulaba por completo cualquier alarma de peligro que pudiese estar sonando en lo más profundo de sus mentes, dejándolos expuestos y necesitados únicamente del contacto del otro. No existía nada ni nadie más en el mundo en aquel momento que ellos dos.

Las manos del alfa recorrieron el torso del omega, ansiosas, sus dedos curtidos acariciando los sedosos hilados de sus nobles ropajes; un contraste palpable y odioso entre sus dispares formas de vida que no pasó desapercibido para el mayor, y que sólo lo dejó con más deseos de exponer la piel del príncipe, la cual estaba seguro sería más suave y agradable que cualquier costosa tela.

Tironeó de los cordones que cerraban el jubón de Dean mientras éste se deshacía de su capa en un fluído movimiento. Una vez libre de ella, el omega se apresuró en ayudar al alfa en la tediosa tarea de despojarlo de sus intrincados ropajes, los cuales tenían demasiadas capas y cierres para hacérselos sencillo, incluso entre los dos.

Estaba por sugerirle que le arrancase la maldita prenda y ya cuando Cas por fin logró desatarla del todo; entonces el omega se deshizo de ella con prisa y la dejó caer en el suelo, para volver a besar al alfa a continuación. No le importaba el lugar, no le importaba el peligro, sólo quería sentir las caricias del otro, el roce de sus labios, el prometedor ardor de su piel.

Se aferró a Castiel con ahínco, acariciando su cabello azabache, pegándose cuanto podía a la cálida columna que era su cuerpo entero, ansioso por sentirlo más cerca. El omega en su interior había ganado la batalla en su cerebro, y ahora todo él no era más que un gimiente puñado de deseo, vulnerable y solícito a la espera de su alfa.

-Dean... -Éste murmuró contra sus labios de pronto, suspirando complacido ante las caricias del príncipe. El aludido no le contestó, sólo se dedicó a repartir besos por el cuello del contrario, mientras desataba los sencillos cordones de su chaleco y lo hacía a un lado rápidamente. El alfa insistió: -Dean... aguarda.

-¿Hmm? -El muchacho inquirió en un murmullo sedoso, mientras deslizaba sus manos sobre la camisa que cubría ahora el pecho sólido de su compañero.

-Ésto no es... ésto está mal, Dean... -El alfa jadeó, mientras el omega recorría su torso en sentido descendente, tironeando de la prenda para desengancharla de las calzas del mayor.

-Yo creo que esto está bien. Está muy bien de hecho.

La sonrisa lujuriosa en el rostro del príncipe hizo que la entrepierna de Cas diese un tirón, y que su alfa interior rugiese de deseo. La voz de la razón, sin embargo, luchaba aún por hacerse oír en lo profundo de su mente.

-Pero Dean, yo no...

-No me digas que no lo deseas porque sé que es mentira, Cas. -El omega ronroneó con confianza, rozando con su mano la dura entrepierna del alfa y arrancándole un gemido en el proceso.

-No estoy diciendo que no lo desee. -Gruñó mientras el príncipe depositaba húmedos besos en su pecho ya semidescubierto, provocándolo -Pero tú eres--

-Si dices la palabra "príncipe", juro que te golpearé. -Dean murmuró sin mirarlo.

El alfa suspiró y haciendo acopio de todo su autocontrol tomó al omega por los hombros, alejándolo de él y sosteniéndolo en el lugar.

-Pero lo eres. -Sentenció, esforzándose por ignorar los rugidos de su alfa interior, y la mirada escéptica del omega- Y además... eres demasiado importante para mí como para hacerte esto.

-¿De qué demonios hablas? Yo quiero que lo hagas.

-"Tú" no eres tú en este momento. -Castiel suspiró, paciente -Es tu omega quien habla, Dean, si pudieses pensar con claridad entenderías que esto es una locura.

La Manzana Prohibida (Destiel Omegaverse AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora