LI - El final del camino, parte III

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El tiempo se ralentizó para Dean. Era como si en aquel preciso momento no existiera nada más en el mundo que aquella flecha y él; como si su mente no pudiese hacer otra cosa sino enfocarse en el inminente e inesperado peligro, tensando cada uno de sus músculos, conteniendo su respiración, preparándolo, tal vez, para lo peor.

No había visto ese arma al analizar la situación más temprano, antes de atacar. Había creído (ilusamente) que los soldados de Lucifer sólo cargarían espadas, que sería fácil para Sam y él derrotarlos; sin importar cuán feroces fueran, cuán bien entrenados... Y sin embargo allí estaba, a sólo metros de distancia, el último alfa en pie de la tropilla apuntando directo a su corazón con pulso de acero, listo para soltar una flecha tan letal como cobarde...

Dean maldijo entre dientes, calculando su siguiente movimiento con ojo experto, las mínimas chances que tenía de esquivar esa flecha a tan corta distancia. ¿Acaso no había nada que pudiese hacer? ¿Debería prepararse para el impacto y ya?

No. No iba a darle el gusto.

Con sólo una fracción de segundo para decidirse, el omega soltó un gruñido salvaje y giró su cuerpo con brusquedad, exactamente lo suficiente para que la saeta lo esquivase. Pero el sonido sibilante de la misma perforando el aire justo frente a su corazón quedó grabado a fuego en su mente, volviéndolo a todo súbitamente crudo, intenso, real.

Jamás había esperado oír el susurro de la muerte tan cerca.

Un momento más tarde, el sorprendido alfa colocó una tercera flecha en su arco e intentó disparar nuevamente, pero el príncipe desvió la saeta con un rápido movimiento de su espada y arremetió contra él, sintiendo como un fuego salvaje corría por sus venas. Con un grito feroz le asestó entonces un tajo certero, brutal, y todo concluyó en forma tan abrupta como había comenzado.

El soldado se desplomó en el suelo con un quejido ahogado, y por unos pocos segundos no se oyó nada alrededor más que la respiración agitada del omega, quien intentaba comprender lo que acababa de ocurrir... Y lo que podría haber ocurrido.

No pienses en eso —se dijo a sí mismo con un brusco suspiro, pero su corazón no paraba de latir desenfrenado en su pecho, mientras su loba interior gruñía, reprochándole su imprudencia.

Los otros tres soldados que había enfrentado habían sido feroces también, cada uno a su manera, pero había bastado con noquearlos para dejarlos fuera de combate; Dean no se había visto obligado a arrebatarles la vida, a derramar sangre de esa forma... Ni siquiera había sentido verdadero peligro al luchar con ellos.

¿Acaso había subestimado la situación, envalentonado por su entusiasmo...?

¿Y si no hubiese podido esquivar ese disparo...?

¿Cómo rayos lo había esquivado, en primer lugar...?

En medio de la neblina mental que aún lo agobiaba, del reproche y la culpa, el lobo a sus espaldas volvió a gemir y el príncipe por fin volvió en sí, regresando a la realidad en un segundo.

Sammy. Habían herido a Sammy.

Tenía que asegurarse de que él estuviese bien, el resto podía esperar.

—Aquí estoy, mi amor, tranquilo —Dean oyó a Gabriel susurrar con la voz temblorosa, de rodillas junto al inmenso lobo caído, que intentaba lamer su hombro entre quejidos—. Vas a estar bien, encontraremos a alguien que quite la flecha... Ahora quédate quieto, o sólo te lastimarás más.

Pero era evidente que el animal no respondía. Cegado probablemente por el dolor y el cansancio de la pelea, a cada momento parecía más dividido de su consciencia humana, menos Sam...

La Manzana Prohibida (Destiel Omegaverse AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora