VIII - Un alfa peculiar

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Dean despertó por la mañana, sintiéndose extrañamente animado sin saber por qué. ¿Era algo que había soñado...?

Manteniendo los ojos cerrados se obligó a hacer memoria, pero las imágenes que vinieron a su mente no pertenecían a sueño alguno: El motivo de su buen humor tenía nombre y apellido... y unos labios deliciosos... y un aroma que provocaba en Dean todo tipo de pensamientos impuros, para nada dignos de un príncipe recatado.

Sin poder evitar ruborizarse, sonrió y dejó que su mente vagase por el recuerdo del día anterior, especialmente la forma en que Castiel había cambiado todo con aquellas simples pero excitantes palabras: "No estoy realmente seguro de querer ser tu amigo"...

Pues Dean sí estaba seguro. Estaba seguro de que no quería serlo en absoluto.

Sintiendo como su corazón bailaba en su pecho lleno de expectación, el príncipe se puso de pie de un salto y se estiró para tomar su atuendo de salir. Sin embargo, no había llegado a ponerse más que la camisola de vulgar algodón cuando la puerta de su alcoba sonó con discreción, abriéndose casi de inmediato.

-Tenga usted buenos días, Alteza -Garth le deseó con una profunda reverencia tras entrar, como todos los días. Dean a duras penas logró tirar el resto de la ropa sobre el pesado dosel de la cama a tiempo, poniéndola a resguardo de los ojos meticulosos del beta.

-B--Buenos días, Garth. -Repuso, incómodo. Su ayuda de cámara no solía aparecer tan temprano a menos que lo hubiesen mandado. -¿Qué haces aquí?

-Su Majestad me envió a despertarlo. Dijo que... tiene algo que hacer. -Murmuró, cohibido, y el Dean sintió como todo su buen ánimo se esfumaba en un instante.

-¿Mi padre? ¿Qué rayos quiere ahora? -Gruñó, disgustado. Había estado mucho mejor sin recordar la discusión con el rey posterior a su fantástico paseo por el pueblo del día anterior.

El beta suspiró apenado antes de hablar.

-No es mi deber decírselo, Majestad, pero... -Se acercó con cautela para susurrarle- Creo que tiene algo que ver con la visita del señor Duque.

Dean bufó, fastidiado. Allí se iba su perspectiva de una mañana placentera en compañía de Castiel y sus ardientes besos.

-¿Te dijo cuándo quiere que vaya? -Preguntó en un último intento por preservar sus planes intactos. Garth asintió mientras buscaba una muda de ropa limpia para ayudarle a vestir.

-De inmediato, Alteza.

-Genial. Jodidamente genial.

Se vistió acorde a la ocasión, manteniendo una expresión indiferente ante la mirada extrañada que el beta le echó a su tosca camisola, y una vez listo salió de su cuarto en busca de su padre. Cuanto antes terminase lo que sea que quisiese de él, más rápido podría irse a ver a quien realmente le importaba.

Ingresó al comedor esperando encontrar allí al monarca, pero en su lugar se encontró con un sonriente Crowley y un ceñudo Sam.

-Buenos días, Alteza -El Duque dijo poniéndose de pie apenas lo vio entrar y dedicándole una solemne reverencia. Dean tuvo que contenerse de gruñir.

-Hola, Crowley. -Repuso de mala gana, acercándose a la mesa para sumarse al desayuno. Luego de tomar asiento se dirigió a su hermanito. -Sammy.

-Ah, hola Dean. -El joven alfa murmuró levantando la vista de su plato de comida casi sin tocar y dedicándole un gesto con la cabeza. Al parecer no estaba de muy buen humor.

-¿Qué bicho te picó? -El mayor inquirió mientras se estiraba para servirse jugo de naranja recién exprimido. Sam suspiró.

-Nada. -Dijo desanimado.

La Manzana Prohibida (Destiel Omegaverse AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora