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- ¡Con permiso! - gritó un niño de cabello caramelo, a los hombres que sostenían un sillón, actuando rápido alzaron el mueble y el pequeño se deslizó por el suelo.

Se levantó para correr hacia la oficina, donde su padre se encontraba dentro de altas pilas de cajas con documentos, y los estantes de libros que hacía ver la habitación más aburrida. Venice  creía tener el padre más aburrido cuando este ponía un pie dentro.

- No encuentro mi caja de videojuegos - gruñó hacia el hombre de piel morena, tirando del saco negro llamando su atención.

- ¿La has buscado acaso? - Vegas preguntó sin mirarle, sostenía importantes documentos en sus manos, su nuevo contrato en la nueva ciudad.

- Sí, eché un vistazo a todas las cajas y no están

- Uh, tal vez se fue junto con las restantes en la paquetería, no te preocupes la próxima semana llegan - el mayor dejó todo dentro del portafolio y se giró a mirar al niño.

- Estaré aburrido toda la semana, ¿Qué se supone que haré esos días? - Venice frunció el ceño, similar a su padre cuando se ponía furioso, un punto que nadie podía negar ser padre e hijo.

Vegas suspiró cansado. Retiró el saco para tomar aire fresco del hogar, se arremangó su camisa hasta los codos y luego encaró a su hijo.

- El lunes se inician las clases, podrías ocuparte en hacer amigos, señor vampiro. Todo el tiempo te lo pasas metido en tu dormitorio y voy a encargarme que no suceda aquí.

- ¿Puedo salir a conocer a los vecinos?

- No 

Venice frunció el ceño

- ¡¿Cómo pretendes que haga amigos si no me dejas salir?! - el cambio de ambiente hizo revolver la mente de su padre.

- Son las siete de la tarde, los de la mudanza ya se van, encárgate por lo menos de ordenar tu habitación o dormirás en el suelo sucio - el niño de once años bufó saliendo de la oficina, pateó una de las pilas de cajas y corrió escaleras arriba antes de que Vegas se diera cuenta de su rabieta.

Venice dejó su mochila en la puerta, dio un vistazo al vacío cuarto, era lo suficiente para su sala de videojuegos y su computadora de escritorio. Había repisas y pensó colocar los pocos trofeos que obtuvo en su anterior escuela, como también podía usar ese mueble rústico para guardar los interminables juegos de Xbox en los cajones.

Eso estaría bien.

- ¡Venice, espero que tú no hayas tirado las cajas! - oyó el grito del hombre. El niño rodó los ojos antes de gritar un "¡Ups!", y cerrar la puerta con el pie.

¿Por qué su padre tenía que ser tan difícil? Era un hombre de negocios, no era la gran cosa. Sabía que estaba haciendo un berrinche por el cambio de ciudad. Vegas trató de convencerlo en una nueva  y sería preferible para su crecimiento adolescente. De anticipación sabía que su padre lo llevaría al restaurante de comida rápida en un intento de animarlo, al menos agradecía que no olvidara como contentarlo.

(...)

- ¿Tu mochila está lista? - preguntó un castaño quien husmeó la mochila roja de su hijo.

- Si papá, deja eso.

- Lo siento - se disculpó en una sonrisa apenada y se acercó a la cama del niño - ¿Te leo un cuento?

- Papá... - reprochó el más pequeño.

- Lo siento, lo siento, aun no me hago a la idea de que crezcas y no pueda leerte más cuentos como antes - Pete hizo un pequeño puchero y se encargó de cubrir al pequeño con las mantas de dinosaurios verdes.

- Soy un niño grande, debes de comprenderlo - Phayu apartó suavemente las manos de su padre y se acurrucó en las almohadas.

- Vale, lo intentaré - rió el castaño y se atrevió a besar la frente de su hijo cuando este cerró los ojos.

- Papá...

- ¡No puedes prohibirme darte un beso de buenas noches! - Phayu suspiró cuando vio a su padre ofenderse falsamente.

- Besos en la frente estaría bien ¿Feliz? - la sonrisa que Pete le dio hizo que su corazón palpitara más rápido, como si fuera un recordatorio que las sonrisas lo tranquilizaban.

Los ojos de Pete comenzaron a humedecerse, su pequeño bebé estaba creciendo y pronto sería un chico que odiará escuchar historias por la noche. Iba a ser un sensible pero no podía contener la felicidad por Phayu, aun tenía un poco de miedo al dejarlo ir solo por su camino, aprendería las cosas por su cuenta y él estaría si el niño quería ayuda.

Por su mente corrió la imagen del segundo pequeño ¿Estaría igual de refunfuñón que su hermano? Eso hacia querer a romper en llanto.

- No, no. Papá no llores - su hijo salió de su comodidad para abrazarlo, es un hombre patético.

- Lo siento, es solo que... No me hagas caso. Sabes que soy un dramático - limpió las lagrimas tratando de sonreír, aunque el nudo en la garganta se formó al pensar en su otro hijo.

- Te quiero, que dejes de leerme cuentos y ayudarme con el uniforme por las mañanas no quiere decir que deje de quererte ¿De acuerdo? - Pete asintió

- Yo también te quiero Phayu - las lágrimas volvieron.

- ¡No, deja de llorar! - el niño corrió al baño del pasillo por el clínex, limpió la humedad de las mejillas rojas y peinó el cabello castaño de su padre. - ¿Por qué no vas a tomar un baño? Estaré bien.

- Sí, me haría bien. Descansa bebé - Pete soltó una risilla por la mueca del chico ante el apodo. Lo abrazó antes de irse.





Juego de Gemelos| VegasPeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora