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- Vegas - el dulce gemido que se soplo en el oído del moreno, fue lo único que lo exaltó para despertarse del húmedo sueño en el que estaba.

Las esbeltas líneas del castaño desaparecieron al parpadear, Vegas enfocó la vista en la puerta de su habitación al frente de su cama. Él restregó las manos en su rostro, esparciendo la pesadez de sus párpados y suspirando por el endurecimiento que se encontraba entre sus piernas.

Las ardientes noches compartidas con Pete, eran recuerdos que su mente disponía entre sus sueños, recordándole la pasión que vivía entre ellos a pesar de estar juntos solamente dos años. ¡Tenía treinta y siete años, y todavía tenía sueños húmedos! Eso debía ser una vergüenza, una gran tensión sexual se apoderaba en su cuerpo y no parecía bajar si no fuera con el dueño de dichos sueños.

Vegas bajó de la cama al escuchar de nuevo el timbre de su casa, removió el elástico de su pijama y se deslizo por las escaleras. La imagen de su padre en la puerta le sorprendió, pensando que llegaría mañana.

- ¿No vendrías mañana? - el hombre salió para cargar la maleta de su padre, gruñendo por el frio piso que sus pies desnudos tocaron.

- Cancelaron unas juntas de esta tarde, dejándolas para la próxima semana, así que decidí venir de una vez - Kan se adentró en la calidez del hogar, retirando su abrigo y bufanda, giro para abrazar a su hijo.

- ¿Cómo van los viñedos? - preguntó acariciando los pómulos del moreno, sonriendo por el suspiro frustrado de Vegas.

- Bastante bien, aunque en esta temporada de frío tienden a ser más delicados. Los viñedos son más frágiles que en Seúl - Vegas sacudió la cabeza, espantando los asuntos de trabajo fuera - ¿Has desayunado? - su padre negó.

- Sabes que no como nada de los aeropuertos - Kan siguió a su hijo por la desconocida casa - ¿Dónde esta mi nieto?

- Él sigue dormido, se quedó dormido demasiado tarde - el moreno se movió por la cocina, sacando ingredientes de la nevera.

- Pero si va ser la una de la tarde, ¡de tal palo, tal astilla! Iré a despertarlo - la mujer rodó los ojos divertida, definitivamente Venice era una imagen viva del hombre, tan holgazanes como Vegas en la adolescencia.

- Vale, yo prepararé el almuerzo - Vegas buscó algunas sartenes para el fuego de la estufa.

- No vayas a incendiar la cocina - Kan molestó un poco, riendo por la mala mirada del hombre.

- Once años solo y no ha pasado - gruñó el moreno.

- Eso es buena suerte.

- Ya, ve por Venice.

Ella subió las escaleras de una alfombra azul, no había mas que cuatro puertas. Tres recamaras y un baño. Siguió hasta el final donde Vegas había dicho la ubicación, Kan se encontró cuchicheos dentro de la habitación de su nieto, ella avanzó más lento no queriendo interrumpir.

- ¡Si, él me dijo! - escuchó decir a Venice, como un chillido ahogado - Ellos se aman y hay que juntarlos de nuevo - Kan frunció el ceño, apegando el oído en la puerta - De acuerdo, convencer a papá Vegas en buscarlo, espero que no sea tan difícil.

La mujer estaba más que confundida, ¿su hijo estaría enamorado de alguien y Venice trataba de ayudarlo?

- Dale un abrazo por mi ¿si? Si yo también lo haré, disfruta la semana hermano, adiós - el pitido de finalizar la llamada, logró escucharse, el hombre saltó un poco confundida por el hermano de su nieto.

Tal vez era un mejor amigo de Venice, con eso que se volvió social al mudarse de país, Kan se sorprendió cuando Vegas mencionó un amigo que Venice hizo en la escuela.

Juego de Gemelos| VegasPeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora