La alarma suena y yo la siento muy lejos. No quiero levantarme. Me muevo un poco en la cama y me encuentro con el cuerpo de Bruno. Él rodea su mano en mi cintura y me atrae hacia él. Sus besos dominan todo mi cuello.
Horas antes...
Trato de calmar mi respiración agitada. Dylan es un cabrón con letras mayúsculas. Quisiera odiarlo, pero no puedo. Es imposible odiar a quien he amado tanto.Quiero reaccionar ante todos los malditos sentidos que apuntan que me estoy equivocando, que por muy bien que me sienta en esos brazos, él no es el mismo. Que la vida ya dio unas mil vueltas y ya no estamos en aquel sitio, ya no pensamos de la misma forma.
Salgo de la playa, pienso marcharme ya a casa. Con un poco de suerte no me encontraré con nadie en mi camino.
—Es temprano aún —escucho a alguien. Esa voz la reconozco.
Ahí está a escasos metros de mí Bruno, con mi mejor amiga.
Ella abre los ojos. Una reacción que puede significar muchas cosas. Primero, le ha inventado un cuento de que me he marchado y estar aún aquí complica todo. Segundo tiene medio de que pase ahora y como reaccione Bruno. Y tercero, y cabe decir que muy descabellado, acabo de irrumpir cualquier plan que tuvieran ahora. Y no lo vean mal, es mi mejor amiga y la amo, pero esta posición en que están ambos tomados de la mano ha jugado en su contra.
Me acerco un poco más a ellos, están un poco serios.
—Pensé que te habías marchado a casa —dice él.
—No me había marchado aún —respondo con la mayor naturalidad posible—. Estaba en la playa.
—En la playa, ¿a esta hora? —inquiere mi mejor amiga.
La miro. ¿De qué vas?
—Sí —comento—. Me iba a marchar a casa pero terminé sentándome frente al mar.
Emily asiente.
— ¿Nos vamos a casa? —pregunta Bruno.
—Sí —contesto.
Esto no estaba en mis planes, pero, necesito librar toda la tensión que me dejó el cabrón de Dylan.
—Nos vemos mañana Ale —se despide Emily—. Adiós Bruno.
Durante el trayecto no hablé con Bruno, solo me dedicaba a mirar por la ventana del auto.
Llegamos a su casa. Al bajarnos del auto lo tomé por la camisa y tiré de él. Él miraba asombrado, tal vez esta actitud de mi parte se había esfumado hace algunas semanas, quizás mes o meses. Lo conduje a la habitación. Quiero que actúe el deseo que dejó acumulado Dylan, porque de lo contrario, no estaría en esta posición. No sé si la llegada de Dylan nuevamente o la cantidad de trabajo de Bruno, el caso es que ya el sexo no tenía la misma intensidad de antes.
Llevo mis dedos a los botones de su camisa y los desabrocho lentamente. Acaracio su pecho para luego quitarle completamente la camisa.
Introduzco una mano por dentro de su pantalón. Su erección me espera. La acaricio mientras llevo la otra mano a su nuca. Acerco mis labios a los suyos, nuestra respiración se mezcla, la exitación aumenta. Él intenta besarme, pero yo muevo ligeramente la cabeza hacia atrás y le sonrío.
Bruno me toma del cuello y me empuja hacia el enorme ventanal de cristal de su habitación. Sus ojos me invaden por pocos segundos. Lleva sus labios a mi cuello, me erizo al sentir su respiración. Empieza con suaves besos pero poco a poco aumenta la intensidad. No le preocupa dejarme el cuello con marcas. Baja despacio hasta que su lengua toca la punta de uno de mis senos. Succiona y lame haciendo que mis gemidos hagan eco en esta habitación. Se mueve hasta el otro y repite los mismos movimientos, succiona y luego lame. Continúa su recorrido, dejando húmedos besos por toda mi barriga. Mueve sus manos por mis piernas y me las separa, abriéndome más para él. Mi sexo le queda a una distancia peligrosa. Las primeras sensaciones de placer multiplicados por dos mil invaden mi cuerpo cuando su lengua se mueve por mi clítoris. Coloco mi mano sobre su cabeza, enredando mis dedos en su pelo y empujándolo aún más contra mí.
ESTÁS LEYENDO
Inmune a ti [Inmunes 3]
RomanceAlessandra tiene una vida casi perfecta. Trabaja en lo que ama y está a punto de celebrar su compromiso con un hombre correcto y de prestigio. Pero la vida no es perfecta como creemos. Alguien importante de su pasado aparece justo cuando menos lo e...