La llamada de Alessandra me toma por sorpresa. No quiero ser un maldito cabrón con ella, no puedo alejarla de mi joder. Mira que lo intento, cada puto día. He tratado de tirarme a cada mujer que se me ha pasado por delante, pero no, ya no es lo mismo, ella es el aire que respiro. Que importa el estúpido orgullo, el que pasará después, si se arrepentirá, si no haré bien las cosas, no puedo concentrarme en nada de eso.
Voy a llevármela lejos, voy a tratar de cumplir sus sueños, aquellos planes que teníamos juntos. Quiero hacerla mi esposa. Tengo unos jodidos nervios y una estúpida sonrisa en mi cara. No sé de dónde salió tanto coraje, joder, pero voy a todo con ella, matrimonio, hijos, hasta el puto cielo voy con tal de bajarle una estrella.
Estoy aburrido de luchar contra todo lo que me provoca. No más, necesito tocarla, sentirla cerca.
—Spencer —digo después de que atiende el teléfono—. Prepara todo para un viaje a Hawái, hoy mismo.—Hago incapié en el tiempo—. Te dejaré al mano de mis negocios, hasta que regrese. Todos los días debes informarme e enviarme todos los documentos pertinentes.
—Así será señor —responde firme. Sé que puedo confiar en él, por algo está en esa posición—. Arreglo todo de inmediato.
No sé ni que hacer ya. Me muevo de un lado a otro. Los malditos nervios me tienen mal. Voy hasta la habitación, hago unas maleta. Estaremos allá por tiempo indefinido.
—Me siento como un crío de veinte años joder —me quejo entre risas.
Vuelvo a la sala, dónde estaba minutos antes, continúo en mi movimiento de antes, de un lado a otro. Miro mi teléfono, ya debería estar aquí.
Ha pasado media hora, cada cinco minutos he mirado la pantalla del móvil y Alessandra nada.
El sonido de la entrada de un mensaje hace que rápidamente mire el teléfono. Es ella.
Dylan, lo siento. He cambiado de opinión. Amo a mi marido y estoy esperando un hijo de él. Aceptemos que nunca estuvimos hecho el uno para el otro.
Sentí tres cosas al mismo tiempo, tres sensaciones que alguna vez tuve y por las que juré jamás volver a sentir. Una, una punzada en el corazón, sí ahí, algo tan fuerte que si pudiera arrancarlo ahora mismo lo haría sin pensarlo. Dos, unas putas ganas de llorar, sí, aunque no lo crean de mí, aunque mencionen la maldita frase de que los hombres no lloran. Tres, el rencor recorriendo cada vena de mi cuerpo.
Lo primero que hago es dirigir toda mi furia hasta la mesita de centro de la sala. La jodida mesa no lleva ni un mes en la sala, pues ya había roto la anterior. Continúo rompiendo cuánto objeto está en mi camino. La mano me sangra, ni siquiera me duele, tampoco me importa. Alcanzo una botella de whisky, el vaso es lo de menos, esta me la bebo entera y ahora.
Vuelvo a la sala y me siento en medio de todo el desastre que he provocado. Me pego al pico de la botella y doy un largo buche. Hoy sí voy a follar con todas las mujeres que pueda. Para eso nací, para coger y vivir la vida sin complicaciones. Quien dijo que amar es obligatorio en este mundo de mentiras. Que jodan a su madre, que este señor no se enamora más ni aunque se le arrodillen. Si quieren sexo, se lo doy; orgasmos, todos los que quieran; quieres alguna estrella, te ayudo a alcanzarla entre suspiros; ahora no me pidan amor, ese ya se fue de vacaciones junto a todos los corazones que un día por estúpido pinté.
Otro buche a la botella, ya se me ha acabado. La tiro contra el cristal que da al exterior. El ruido del vidrio hace eco en la sala, pero me importa una mierda. Me levanto cómo puedo, intentando mantener el equilibrio, aunque eso es tarea perdida. Necesito un bar y tres mujeres en mi cama.
¿Qué si puedo con todas? ¡Soy el puto dios del sexo!
Voy hasta el coche y después de ponerlo en marcha voy hasta el club.
No estoy para saludos, ni afectos, así que entró como por mi casa...aunque rectificando, esta es mi casa.
Llego a la barra y pido mi trago, lo colocan delante de mi al instante. Pienso ir a mi mesa, pero, me acabo de encontrar con una rubia haciendo unos movimientos que hasta al hombre que no le guste las mujeres se le pondría dura al momento con solo verla.
—Tengo unos planes interesantes que llevan tu nombre —le digo cerca del oído.
Ella se gira rápidamente y sonríe. Me alegra saber que mis facultades siguen intactas.
— ¿Perdón? —Se hace la que no lo ha escuchado.
—Como veo que no escuchas bien, tendré que explicarte de otra manera —comento acercándome más a ella, poniendo una mano en su nalga.
Y como si fuera una lagartija a una mosca ya la marié, listísima para comerla.
Mis labios están demasiado cerca a los de ella. Mi amigo de abajo me indica que apresure esto.
Alguien me agarra la otra mano que tenía libre y me empuja. Volteo a ver a la persona con mala cara, sea quien sea se va a arrepentir. Es un hombre, ya le podía notar el humito saliendo de su cabeza, está enojado...pero les cuento un secreto, a mí me la suda.
—Macho —le digo con chantaje—. Se mira y no se toca. Yo entiendo que soy apetecible, que ambos sexos me deseen...pero apto solamente para mujeres —apunto y mee acerco de nuevo a la chica— ¡Ah! Ve a competir en otra liga que en esta no avanzas.
Y cuando estaba a punto de capturar nuevamente a mi presa, el hombre se abalanza sobre mi. No vamos a engañarnos, si paso trabajo para mantener el equilibrio, romperle la cara a este hombre va a ser como caminar sobre el agua, imposible, pero cabe destacar de que le acabo de dar un manotazo que desde hoy hasta que se muera se va a acordar de mi cara.
A partir de aquí, solo recibo golpes. Aún así esto es una mierda comparado con el dolor que he sentido hoy. Para cabrearlo más me río.
—Nena esto es lo más duro que puedes golpear a un hombre —me burlo del tipo haciendo que aumente su genio.
El sigue golpeándome y yo riendo. Lo único que lamento de esto es mi bonito rostro. Me río y me voy a seguir riendo hasta que me deje inconsciente pues aún en el suelo yo no pierdo. Nací ganador y eso el mundo entero lo sabe.
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Inmune a ti [Inmunes 3]
RomanceAlessandra tiene una vida casi perfecta. Trabaja en lo que ama y está a punto de celebrar su compromiso con un hombre correcto y de prestigio. Pero la vida no es perfecta como creemos. Alguien importante de su pasado aparece justo cuando menos lo e...