14. Dylan

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No sé si estoy cometiendo la mayor estupidez que haya hecho nunca, pero, no hay vuelta atrás y aunque la hubiera jamás me negaría a este momento.

Alessandra besa la punta de mi erección mientras me mira directamente a los ojos. Mi mente se vuelve esclava de la primera vez que la hice mía. Aquella mirada tan inocente, las manos que no sabía dónde colocarlas, esperando a que yo le dijera que hacer. Después de aquella vez yo cree un demonio. Hacíamos el amor a todas horas y en cualquier lugar que nos entraran ganas. No sé quedaba tranquila, le encantaba llevar el dominio de la situación, a mí también, por lo que aquello se volvía adictivo.

Introduce mi sexo completamente en su boca. Le recojo el pelo con mis manos. Mueve la boca desde el tronco hasta la punta. Su lengua en movimiento circular. No da tregua. Lleva una de sus manos hasta mi erección para hacer más intenso sus movimientos. Me mantiene contacto visual.

Esto es una tortura. Ya necesito entrar en ella.

—Alessandra...

Se pone de pie, con la mirada aún en mis ojos.

—Solo por esta última vez —pide—,  quiero ser tu pequeña.

Joder. Algo en mi interior se enciende y me asusta. Vuelvo a sentirme como todas las malditas veces que la tocaba. Era el puto aire que respiraba y temo que ahora lo vuelva a ser.

La empujo con cuidado hasta que se acuesta sobre la manta. Me termino de quitar el pantalón y el bóxer y me acerco a ella. Aún tiene las bragas, me estorban así que me deshago de ellas. Llevo mis labios a su entrepierna y la beso. Ella se remueve en su sitio. Aún puedo saborear lo que queda de sus fluidos. Recorro mi lengua por encima de su clítoris con rapidez, ella gime descontroladamente. Bajo hasta la entrada de su sexo, introduzco un poco mi lengua. Ella no da más y yo tampoco. Succiono, apropiándome de ella, del lugar que me volvió completamente loco por mucho tiempo. Sigo hasta sus tetas y lamo.

Puede que ella se case con el imbécil, pero, hoy me encargaré de que no se le olvide quién es y será su dueño.

Unto saliva en mi sexo y lo coloco al su entrada.

— ¿Sigues tomando la píldora? —pregunto.

—Sí —responde—, pero aún así debemos cuidarnos...

No piensen que estoy actuando por calentura. Sé lo que hago. Joder, necesito sentirla de nuevo sin un maldito preservativo. Si está tomando la píldora no hay riesgo de que salga embarazada. Por otra parte yo he follado muchísimo pero me cuido.

—Solo por esta vez pequeña —le susurro—. Necesito sentirte sin un maldito preservativo en medio.

Ella se queda callada y ya saben sobre mi frase.

Empujo mi erección. El calor de su interior me envuelve. Ella abre más la piernas y yo aprovecho para entrar aún más. Volvemos a besarnos con tanta intensidad que temo no poder dejarla ir hoy. Recorre mi espalda con sus uñas. Dejará marcas, no es la primera vez que pasa, no me importa.

Continúo saliendo y entrando en ella con más fuerza. Qué hablaba yo de la vida si nada en los últimos años ha sido ni remotamente parecido a esto que estoy viviendo hoy.

—Dylan —murmura mi nombre entre gemidos—. No te detengas por favor.

Quiero que tenga todos los orgasmos que le he negado. No la dejaré ir hasta que ya no tenga fuerzas.

La embisto dos veces más y siento como aprieta sus muslos a mis costados.

Cuando íbamos a cambiar de posición ella me empuja sentándose a horcajadas sobre mí, dándome la espalda, pero permitiendo una vista maravillosa de su culo.

Inmune a ti [Inmunes 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora