25. Alessandra

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Tengo un nudo en la garganta y unas inmensas ganas de llorar. Maldigo la hora en la que conocí a Bruno, maldigo la hora en la que mis padres me separaron de Dylan. Me odio a mi misma por haber intentado tapar el sol con un dedo, por creerle a todos que mi vida era perfecta, por no correr a mi felicidad por miedo, por el estúpido pensamiento de no ser egoísta y pensar más en los demás que en mí.

¿Acaso alguien ha pensado en mí?

Las lágrimas ya comienzan a salir a borbotones. No voy a contenerme. Tengo ganas de llorar, y hasta de matar al primero que se me cruce por delante, sino fuese por mi hijo ya me habría enfrentado a Bruno.

No sé ni dónde estoy, han pasado muchísimas horas de viaje. El maldito Bruno se ha quedado dormido. Intento no mirarlo más, pues se me acabará ocurriendo un plan para asesinarlo, es lo que realmente tengo deseos, pero matar es ilegal y mi hijo me necesita.

Busco mi teléfono en el bolsillo de su camisa ya que él me lo quitó cuando salimos de casa. Necesito llamar a Dylan y explicarle lo que sucedió, no quiero que me odie. Si él siente que le he vuelto a hacer lo mismo, lo perdí y ahora sí para siempre.

Alcanzo el móvil y voy hasta la sala de esta casa. Marco su número, espero que de timbre, uno, dos, tres, cuatro tonos y no contesta. Vuelvo a intentarlo, uno, dos tonos...

—Hola —escucho la voz agitada de una chica, automáticamente mi corazón se detiene, ha vuelto a ser como antes—. Si usted es familia del hombre por favor venga a Pura Club a recogerlo, se encuentra muy ebrio, se ha peleado y tiene mucha sangre...

Se me escapa un grito. Está así por mi culpa. Me duele, todo en mi interior se destruye. La preocupación y la tristeza me invade.

—Por favor busca en sus contactos el número de Aiden y Liam —le digo cómo puedo, pues el llanto no me deja ni hablar—. Diles que vayan por él... —ni siquiera puedo continuar.

—Está bien —contesta ella y cuelga.

Tiro el teléfono a un lado y caigo al suelo mientras las lágrimas no dejan de caer. Lo he hecho sufrir por segunda vez, lo he destruido.

Había logrado estar nuevamente en sus planes y entrar a su corazón, he perdido todo, lo he perdido a él.

Cómo cada momento de sufrimiento miro un punto fijo mientras el dolor crece y crece. Pasan horas y yo sigo aquí, sin poder conciliar el sueño.

Tomo el teléfono y llamo a Keira. Quiero saber cómo está.

—Alessandra —me saluda y se le nota un poco molesta.

—Kei por favor dime cómo está Dylan...

—Mal —me interrumpe y es lo único que responde.

—Bruno, no sé cómo, se enteró del embarazo. Cuando llegué de la clínica ya me esperaba. Iba a escapar con Dylan y este hijo, pero el maldito me obligó a irnos de viaje, no me dio tiempo de marcharme... —continúo llorando.

—¿Dónde estás? —pregunta y ya su voz se escucha más suave.

—No lo sé —digo entre sollozos—. No sabes cómo estoy, Dylan me odiará, pensando que yo lo he abandonado, que estoy bien, cuando estoy viviendo un infierno.

—Ale —me llama Keira—, por favor cálmate, hazlo por el bebé...

—Pequeña vamos para la cama —dice Bruno agachado a mi lado mientras pasa su mano por mi pelo.

¿Pequeña? Así me llama Dylan.

—No me llames así —le digo con una furia y un odio en los ojos que se nota a kilómetros.

Inmune a ti [Inmunes 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora