26. Dylan

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Me levanto con un fuerte dolor en todo el cuerpo. No recuerdo mucho lo que pasó anoche. Voy hasta el baño y al verme en el espejo me doy cuenta de la horrible pinta que tengo. No voy a poder coger en un mes y eso ya me pone de mal humor de inmediato.

Tomo una ducha y salgo en busca de un bóxer y un pantalón. No me peino, del pelo aún caen gotas de agua.

El estómago me ruge del hambre así que salgo en busca de algo que comer en la cocina.

Mi sala está como antes, y yo recuerdo haber hecho pedazos todo.

—Miren quien se acabó de levantar — sale Keira de mi cocina junto con Aiden—: el imbécil que no sabe pasar el desamor como una persona normal.

Está enojada.

—Quien dijo que tuve desamor...—me tiro en el sofá.

—No señorito no tuviste, tienes —dice dándome un manotazo de esos que me da mi mamá, que piensan que dan duro pero ni se sienten—. Cuando vuelvas a hacernos pasar un susto así juro que sobre la paliza que te den te doy yo otra.

—Pareces mi mamá —vuelvo a quejarme.

—Es que te estás comportando como un niño pequeño —responde—, o es que en la escuela a ustedes les enseñaron que la solución a la pérdida de una mujer era la botella. No, espera, y tú te graduaste con honores, al menos estos dos —Miro hacia tras y Liam también había llegado—, tuvieron suficiente con la botella pero tú querías además una buena paliza. 

Me río, sí, es que la conozco. Agradezco al señor que las otras chicas no están aquí sino no acabaríamos hoy.

—¿Dónde está el imbécil de Dylan? — grita Andrea. Ahora sí, ya tengo para rato.

Se acerca a mí y me agarra una oreja, jala hasta que le da la gana de parar. Me río.

—Deja eso, que a mí ya no me duele nada —expreso. Ella jala más duro.

—Ahora sí te ganaste el título de soldado caído —se ríe—. Tanto que te has burlado de los otros dos y mírate, por hacerte el más mujeriego de todos acabaste haciendo el show mayor. Vaya te ganaste un Oscar por ser el mayor imbécil del grupo —Suelta mi oreja y me golpea el hombro—. Como se te ocurre buscarte problemas ebrio.

—Terminaron —me quejo levantándome del sofá.

—Dylan —vuelvo y me siento, resoplo. Es Eileen. Otro manotazo más. Estas mujeres están locas. Menos mal que Gabriela no está aquí—. Como te vuelvas a buscar problemas así te mataremos y te daremos de comer a los cocodrilos. ¡Qué por poco el niño se me sale por la boca de susto joder!—dice en voz alta.

El teléfono de Keira suena. Se acerca a mí y me muestra la pantalla. Gabriela.

—Sois unos flojos todos. No sé con qué carajos los hicieron a los tres.

—Que bueno que está vez la descarga no es solo para mí —digo.

—Pero, déjame decirte que me has asombrado, resultaste ser el mayor imbécil de los tres. El niño quería pelea ¿No? ¡Porque demonios no fuiste a una pelea de zumo, así te recogían peor de lo que te han encontrado! Te salvas que estoy lejos sino te hubiese dado un manotazo por el susto que me diste.

—A partir de ahora le pido permiso a las cuatro —Las señalo a todas con una sonrisa—. Hasta para respirar —Me levanto del sofá—. ¿Podría por favor ir a comer ? —digo aguantando la risa y juntando mis manos como suplicando.

Sé que también están aguantando la risa. Desde hace algunos años se han convertido en mis hermanas, si a ellas les pasará algo yo correría, al igual que por ellos. Tengo una jodida suerte de tenerlos en mi vida.

—Espera —dice Keira—. Te serviré.

Me encuentro de frente con los chicos.

—Ustedes también me van a regañar —expreso.

—Ya tienes bastante con esa cara maltratada —comenta Aiden—, para que no folles los próximos noventa días. No hay peor castigo.

—Andrea me puede hacer el favor durante esos días —bromeo.

—Mueve la mano —Me indica mientras se acerca a mí. Lo hago—. Resuelve con esa que está en perfectas condiciones.

Reímos todos.

—¿Quién ha arreglado la sala? —pregunto a mis amigos—. Recuerdo haberla dejado en pésimas condiciones.

—En pésimas condiciones estás tú —se burla Liam—. Así que deja de preocuparte por la sala, que eso lo resolvimos.

—¿Cómo les debería llamar mis hadas madrinas? —sonrío.

—Maestros —se burla Liam—. Todavía tienes que aprender de nosotros como extrañar a una mujer sin destruirte.

—Ahora sí me cago de la risa —digo—. Les recuerdo cómo lloraron cuando los dejaron.

—Los hombres no lloran —dice Aiden.

—No lloran, patalean —aseguro mientras paso por al lado de ellos —. Hablemos desde la experiencia.

Yo voy hacia la cocina y me acomodo en la mesa. Todo me siguen. Acabamos almorzando juntos.

Cuando todos se marchan, escucho mi teléfono sonar a lo lejos. Voy a buscarlo y me encuentro con un número en la pantalla que no tengo.

—Diga —constesto.

—Dylan, soy Michel —expresa. Y yo automáticamente me preguntó cuál es el motivo de la llamada—. Sé que te preguntarás cuál es el motivo de mi llamada y es que necesito hablar contigo de algo importante...

—Michel si es sobre el negocio te dije...

—No es sobre eso —me interrumpe—. Te espero en Quince en media hora.

No me dio tiempo a responder, colgó.

Agarro del armario un abrigo con gorro y me lo coloco con todo y gorro. Tomo un par de gafas y me las pongo. Si me ven así se me riega el ganado.

                            ***

—Dylan —dice con duda Michel cuando me siento en la mesa—. ¿Qué te ha pasado?

Por lo que noto no soy el único loco aquí. Este hombre está raro.

—Tuve una pequeña pelea con alguien —digo—. No tiene importancia. Mejor dime lo que tengas que decirme, no quiero estar mucho tiempo fuera de mi casa con esta elegancia —digo irónico.

—Quería saber...¿Cómo fue tu infancia?

—Y eso a qué se debe — pregunto.

—A qué nunca me di la oportunidad de conocerte —dice—. Mientras estuviste con mi hija.

—No crees que ya es muy tarde para esto —comento.

—No —responde—. Solo es una plática.

—Fue muy buena —respondo—. Me tocó la mejor madre que puede tener una persona y aunque a mi padre le faltaron los huevos mi abuelo me dio amor suficiente y me guió por el mejor camino.

Él se pone tenso. Está raro.

—¿Dónde está tu papá? —pregunta.

—No lo sé —respondo—, y tampoco me importa.

—¿No te ha hecho falta? —otra pregunta.

—Si no me hizo falta cuando niño menos me va a hacer falta ahora — respondo.

Él se queda en silencio, que le pasa a este hombre hoy.

—Si se acabó la encuesta, me marcho.

Él no dice nada y yo me marcho.

Inmune a ti [Inmunes 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora