Vasco

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5. La esencia de tu piel

Si alguien le preguntaba cuál era su olor favorito, claramente diría que era el chocolate seguido de la vainilla; ambos olores eran un deleite para su olfato, podía oler todo el día alguno de estos dos y nunca se molestaría.

Por ello le sorprendió que, entre el tumulto de gente que había en el festival del Instituto Jaewon, lograse distinguir el aroma de la vainilla y el chocolate en uno.

El olor era atrayente, no debía, pero extrañamente combinaban tan bien ambos componentes haciendo un deleite que jamás espero tener la dicha de percibir.

Sus pies fueron por sí solos hacia el o la dueña de ese olor y finalmente llegó a un puesto donde se hallaban tres chicos del departamento de arquitectura a la espera de que les lanzarán un tomate.

Arqueó la ceja, un dólar por golpearlos con un tomate, ¿acaso era normal ahí aventarse tomates?, aquello parecía sacado de una tira cómica sino fuera porque todas las personas se alejaban de ahí como si el diablo estuviera presente.

— ¿Quieres participar? — Preguntó un chico de grandes orejas, lo pensó un instante antes de alzar los hombros y asentir y entregarle el dinero.

Todo sea por la caridad.

Tomó el tomate, el chico de pinta ruda que se había peleado con Daniel Park estaba ahí, sonriendo, trago saliva sintiendo sus mejillas arder cuando el olor que le había traído ahí se intensificó.

¿Por qué olía tan bien?

Dejó el tomate y caminó a paso apresurado lejos de ahí sin importarle la mirada que le dirigió el varón.

— ¿Estás bien, Vasco? — Preguntó Jace y el varón se limpió la única lágrima que caía de su ojo derecho.

— Si, lo estoy.

(...)

Había empezado la subasta de esclavos.

Definitivamente empezaba a creer que se había metido al colegio equivocado y debió haber elegido el que estaba en Gangdong.

Veía como, tanto las féminas subastaban por los chicos más guapos de cada  departamento; no entendía porque sucedía aquello hasta que su olfato volvió a percibir aquél dulce aroma del que se había alejado tiempo atrás.

Ahí estaba él.

Ese chico musculoso y con tatuajes.

— Y aquí tenemos a Euntae.

Vio fijamente al varón quien temblaba, sonreía de una manera graciosa y casi le recordaba a un perro chihuahua.

Hasta tenía barba como uno.

Veía como nadie apostaba, aquello le hubiera molestado en otra instancia porque el varón tenía buena pinta.

No supo si fue su instinto o un deseo que tenía dentro de sí, pero iba a aprovechar esa oportunidad que se le estaba entregando.

— Cinco mil wons — Apostó.

— ¿Alguien ofrece más? — Tras unos segundos de silencio, finalmente el presentador habló nuevamente — Euntae vendido por cinco mil wons, que pase el siguiente.

El chico de arquitectura le vio por un instante, pero ella se alejó de ahí y fue a entregar el dinero.

Pasó la saliva por su garganta con nerviosismo.

Tendría que verlo más tarde para acordar su cita.

Por otro lado, Vasco sentía su rostro arder mientras era llevado a rastras por Jace y el resto.

— Vasco, Vasco, ¿nos oyes, Vasco?

— ... Ella se fijó en mi.

(...)

— No tenemos que hacerlo si no quieres — Inició Vasco, queriéndose ahorrar el rechazo

Su mirada se apartó de los tatuajes que adornaban su piel y vio fijamente al omega.

— Si tú no quieres, podemos dejarlo así, el dinero es para la calidad de todas formas.

Si, ese sujeto que le rebasaba en altura y que era más musculoso que cualquier chico que hubiera visto en su vida era un omega.

Un omega con un olor tan suave que nadie podría creer que tendría por su pinta.

Pero las apariencias engañan.

— ¡Yo sí quiero! — Exclamó Vasco tomándola de las manos.

Ladeó la cabeza confundida, ¿entonces por qué el...?

— Pero no quiero que me rechaces...

Sintió un vuelco en su pecho al oírle decir aquello en ese tono lastimero, tragó saliva al verlo pestañear varias veces.

¿Era ella o el varón se veía tan lindo con los ojos lacrimosos?

— ¿Quieres tener una salida conmigo? — Se atrevió a preguntar y esos ojos marrones empezaron a brillar de repente.

Y aquello le gustó.

— ¿Te gusta el caldo de pescado?, hay un lugar muy bueno donde lo venden, siempre voy con los Burn Knuckles, podríamos ir si quieres y también podríamos tener un paseo cerca del río y...

Sonrió de lado al verlo hablar tan emocionado.

Siquiera sabía quienes eran los dichosos Burn Knuckles o algo de lo que le decía.

Pero le gustaba oírlo hablar.

Le gusta oler su dulce aroma.

— Me encantaría — Afirmó.

Vasco sonrió, su nariz logró percibir el olor de la alfa, no era lo que él acostumbraba pero su olor era reconfortante.

Le gustaba.

31 días de OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora