Daniel

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27. El nido

Mantas, almohadas, uno de los pantalones de chal de su madre, una camiseta de Jay, una sudadera de Zack, la camisa de Gun, un traje de los Burn Knuckles de Vasco, una corbata de Goo, una gorra de Zoé y hasta una de las pañoletas que usaba Enu junto con toda su ropa se encontraba desperdigada en su nido; sin embargo, todavía no lo sentía completo.

Mordió su pulgar con fuerza, tenía los olores de todos sus amigos y de su madre impregnando su nido, pero todavía le faltaba un olor más.

Buscó entre sus cosas, dentro de su mochila, debajo de su cuerpo original y hasta en su cesto de ropa sucia sin resultados positivos para su persona, se abstuvo de hacer una rabieta (porque Daniel Park era un buen chico y había aprendido a dejar de hacer rabietas), toda la ropa que poseía había perdido el olor que necesitaba en su nido luego de su último celo; lo pensó unos instantes antes de decidir lo mejor y más razonable para él.

Se colocó un parche de olor, se abrigó lo mejor posible y salió de su hogar en dirección al hogar de la persona que le faltaba su olor en su nido.

El de su novia.

Llegar a su departamento fue cosa sencilla, tenía la copia de sus llaves y tuvo la fortuna de que no estuviera en casa, aquello le facilitó hurtar algunas cosas que estaban llenas del olor de la fémina y que le servirían para su nido; feliz con lo que había conseguido, regresó a su hogar.

Sudaderas y abrigos fueron colocados como almohada para sus dos cuerpos, una manta para cubrirse del frío e hizo un peluche deforme con las camisas que ella usaba para el trabajo. Satisfecho con su trabajo, se adentro a su nido y se permitió finalmente descansar con los olores mezclados de personas que estimaba demasiado y que poseía una prenda de ellas.

Abrió los ojos cuando oyó la puerta abrirse y se sentó, ahora en su cuerpo original, el olor a su alfa estaba en el aire y la vió desde la comodidad de su nido; ella estaba con los brazos cruzados.

Se veía algo...enojada.

— ¿Podría saber por qué la mitad de mi armario fue hurtado?

— ¿Mi nido?

La fémina suspiró y pensó que había hecho mal hasta que olfateó su dulce olor.

No, ella no estaba enojada en lo absoluto.

— Pudiste habérmelo dicho, te habría traído cosas yo misma.

— No era lo mismo — Confesó — Entra — Pidió haciéndole espacio en su nido.

La fémina dudó unos instantes, era de conocimiento general que los omegas eran celosos con sus nidos y hasta al alfa de un omega le era difícil entrar sin su permiso; pero Daniel le estaba dando el permiso exclusivo de entrar.

Cuando entró, notó a dónde habían ido su ropa y se acomodó con cuidado entre los dos cuerpos, su mano se entrelazó con la del omega y le sonrió.

— Es un nido muy lindo.

— ¿Lo crees?

— Lo es — Afirmó — Es el más lindo de todos, Daniel.

El varón le sonrió y ronroneo felizmente.

Si, era el nido más hermoso de todos, porque era de su omega.

31 días de OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora