Xiaolung

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25. Un obsequio

— Xiaolung...

El beta dejó de ver los papeles en su escritorio y fijo su vista en ella, sintió su corazón latir rápidamente al verlo levantarse de su asiento y ragó saliva cuando él hizo una reverencia que ella imitó.

Definitivamente no tenía nada que envidiarle a los demás varones; él ya era perfecto.

— ¿Necesita algo, señorita?

Se abstuvo de soltar un ronroneo al oírle hablar, su voz era profunda y tenía un lenguaje formal que le hacía suspirar; pero no estaba ahí para suspirar por el guardaespaldas de la presidenta del tercer afiliado de Workers.

Eso lo hacía en sus visitas mensuales en las que acompañaba a Eugene para recolectar el dinero y verificar que todo estuviera en perfectas condiciones.

— Hoy es navidad — Comenzó con su explicación, quiso golpearse por decir algo tan obvio, pero no quería que él se hiciera alguna mala idea de su persona si decía algo mal — Ayer no pude venir pero logré que Eugene me permitiera venir el día de hoy y yo...

Sus manos apretaban el regalo que escondía detrás suyo, contó hasta diez y abrió la boca cuando la presidenta del tercer afiliado se hizo presente abriendo la puerta de golpe.

— ¡Xiaolung!, quiero salir por algo — Llamó al beta tomándolo del brazo hasta que giro y la vió — Oh, no te había visto, ¿te ha mandado Eugene?

No supo si ella no le había visto o si era a propósito, pero no iba a ser irrespetuosa con la joven, Eugene le había explicado que su padre era poderoso y necesitaban hacerla sentir a gusto en Corea.

— En lo absoluto, señorita Viví, he venido para hablar con Xiaolung — Respondió y esperaba finalmente tener un momento a solas para poder entregar lo que traía en sus manos.

— Entonces los dejaré a solas e iré sola afuera — Habló la omega cruzándose de brazos y yéndose de la oficina del beta a paso apresurado.

— ¡Espere, señorita Vivi! — Exclamó el beta, notó el brillo en los ojos del varón cuando vio a la omega y también que la iba a dejar sino fuera porque recordó a última instancia su existencia, aquello hizo que sintiera una punzada en su pecho — ¿Qué era lo que quería hablar conmigo?, tengo que ir por la señorita Viví.

Mordió su labio, ¿qué era lo que le había dicho Eugene antes de que empezará a venir más al Club Viví a ver a Xiaolung?

Ah sí.

No te enamores de Xiaolung, él sólo tiene ojos para Vivi.

Inicialmente pensaba que hablaba de que estaba centrado en su deber de cuidar a la omega y ahora entendía que no era así.

Jamás había sido eso.

— No importa, es mejor que vaya a ver a la señorita Viví, no vaya a ser que ocurra algo — Respondió, siquiera se atrevió a ver a los ojos al beta, sólo espero a que se fuera de ahí.

Vió su regalo y sintió sus ojos picar, parpadeó varias veces quitándose ese querer de soltar en llanto.

Revisó su reloj, debía volver con Eugene; dejó caer la caja de regalo en el cesto de basura y salió a paso apresurado de la oficina y del tercer afiliado.

No pensaba volver ahí, le pediría a Eugene que le cambiará de tareas, no quería seguir viendo al motivo de su querencia enamorado de alguien más.

(...)

Xiaolung entró a su oficina, había dejado a la omega descansar luego de que se hubiera drogado hasta la inconsciencia nuevamente; suspiró desatando su corbata que le apretaba.

No supo si fue el destino o sólo su mera curiosidad el ver porque su cesto de basura se veía lleno hasta que notó la caja decorada con papel de regalo navideño, arqueó la ceja sacándolo de ahí y quitando la tapa.

Una bufanda color violeta se hallaba en su interior con un papel de "Feliz navidad, Xiaolung" encima de esta.

La sacó con cuidado de la caja y notó que era una bufanda tejida a mano por los patrones irregulares y que estaba desigual en medidas, sin embargo, era hermosa.

Se preguntó quién le habría dado este presente, el único que tenía era su bastón que la señorita Viví le había entregado, nadie más había pensado en darle un regalo en su vida hasta ese día; a su mente llegó la alfa, ella había sido la última en estar en su oficina y se preguntó porqué no se la habría dado ella misma.

No lo pensó dos veces y la guardó en el primer cajón de su escritorio junto con sus cosas más importantes.

Esperaba darle las gracias cuando volviera.

Pero ella jamás volvió a presentarse al tercer afiliado.

31 días de OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora