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Una pequeña parada en Colorado, antes de retomar el camino a ver a mi mamá

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Una pequeña parada en Colorado, antes de retomar el camino a ver a mi mamá. Y... sorprendentemente casi no peleamos. No es que quisiera quejarme de eso, pero... no lo hicimos porque Kira no paraba de darme la razón. Eso era tan... raro.

Ah, cierto. Tampoco pregunté por lo que había escuchado. Prefería esperar a que me lo dijera, pero no parecía tener intenciones de hacerlo.

No me gustaba esto, pero... ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Enojarme y no hablarle? Eso iba terminar peor. Si ya teníamos problemas, no debía agregar más.

— Kira... —dije tratando de despertarla, cuando ya estábamos por llegar.— Kira...

— ¿Qué? —se quejó mientras se cubría más con mi chaqueta.

— Ya despierta. Estamos por llegar.

— Da una vuelta más...

— Me encantaría, pero necesito bajar del auto. —para llegar más rápido, en ese viaje manejé desde muy temprano, hasta muy tarde. Y... necesitaba dejar el auto.

— Que odios... Está bien. —ni siquiera terminó su queja, porque al instante me dio la razón.

— No, no. Termina lo primero que ibas a decir.

— No me refería a ti.

— Sí, lo hacías. Vamos, dilo.

— Hablaba de mi sueño... —dijo mientras se sentaba correctamente.

— ¿Soñabas conmigo?

— No... Si fuera contigo, no hubiera dicho eso.

— No, sí tendrías que decirlo. Así empezábamos una discusión, y te callaba con un beso. —casi al instante, sonrió. Supongo que recordando todas esas... hermosas peleas por tonterías, que terminaban en besos.— Ay, por favor. Deja de darme la razón. No me gusta. Se siente raro. La Kira que am... que quiero, me vuelve loco... en ambos sentidos. —dije mientras me detenía frente a la casa de mi mamá, que antes era mía.

Los recuerdos eran... demasiados. Y comenzaba a sentir que afloraban en cualquier casi lugar. Y amaba eso. La amaba ella, pero... no quería presionarla. Si ya se lo había dicho en una oportunidad, y no dijo nada, tal vez aún no era el momento.

— ¿Ambos sentidos?

— Claro. Te... quiero demasiado, y también  me haces perder la paciencia.

— Gracias, creo... —dijo riendo.

— ¿Y la pelea? No voy a bajar de este auto hasta que tengamos nuestra pelea tonta.

— Pearce...

— No voy a bajar, dije. Oh, esta sería una buena pelea.

— Basta. —dijo viéndome asombrada.

¿Le estaba haciendo un berrinche? Sí, y no tenía problemas en aceptarlo.

Para ti - Pearce Joza y tú - (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora