I.- Mi pequeño Mitch

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La manada Hale es conocido por todo el mundo, eran la familia más poderosa que existe en el mundo sobrenatural, nadie había podido quitarles su "trono".

La familia principal consistía en los patriarcas Thalia y Armand Hale, la alfa más poderosa y capaz de convertirse en un lobo completo y él humano con una chispa de magia; la pareja engendró a cuatro cachorros fuertes: Laura, la mayor, futura alfa y mujer fuerte; Derek, el beta poderoso y con una habilidad nata; Cora, la pequeña fiera, no se deja dominar por nadie; y Mieczyslaw, el único humano de los hermanos pero aun así fuerte y valiente, el tesoro de la familia.

Derek se encontraba en la parte trasera de la mansión, con dieciséis años la mayoría pensaba que estaría en alguna fiesta o en alguna cota, pero el Hale era diferente porque prefería estar en casa viendo a su hermanito de diez años jugar con Cora de doce años.

— ¡Der! — gritó el pequeño Stiles, apodo que él mismo se había puesto por no poder pronunciar su nombre y el apodo de su familia solo ellos podían usarlo.

El mayor sonrió con ternura, mataría a cualquiera que quisiera dañar al menor, sus hermanas harían lo mismo sin siquiera dudarlo.

— ¿Qué paso, Mitch? — le preguntó el mayor mientras dejaba que el menor se sentara sobre su regazo.

— Cora me regaló esta flor, es muy bonita y se parece a tus ojos. — le mostró la pequeña flor azul verdosa.

— Es muy bonita como tú.

— Gracias, Derbear.

El mayor bufó con diversión, le menor había aprendido ese apodo de su hermana mayor.

— ¿A qué juegan, cachorros? — les preguntó Armand revolviendo el cabello del lobo.

— Mitch me estaba mostrando una flor que Cora le regaló.

El mayor sonrió viendo la flor e hizo una expresión de total sorpresa que su hijo menor respondió con una risa divertida.

Nadie imaginó que esa felicidad acabaría justo esa noche.

Derek despertó gracias a los gritos de agonía de su manada, tomó entre sus brazos a un Stiles desmayado gracias al humo que había entrado a la habitación junto con Laura que dejaba brillar sus ojos carmesí logrando que el otro entendiera por completo lo que estaba sucediendo.

— ¡Salta! ¡Protege a Stiles! Voy detrás de ustedes. — escuchó el grito de su hermana y no tardó en cumplir esa orden.

Una vez en el suelo del bosque y un hombro dislocado vio como su hermana salía con lágrimas corriendo por su rostro sin parar. Ambos escucharon un suave susurró que rompió su corazón.

Cuídense, cachorros. Mis amados hijos, lamento no poder seguir a su lado. — la voz de su padre sonaba tan rota.

Ya no volverían a tener noches de manada, su padre no volvería a besar sus frentes ni arroparlos a pesar de las quejas que siempre le daban, no volverían a escuchar a Cora gritar como loca, no escucharían a su tío Peter molestar a su madre, no volvería a escuchar a su mamá regañarlos pero también decirles palabras amorosas y darles la fuerza para seguir adelante.

Derek se aferró al pecho que yacía entre sus brazos, solo ese pequeño lo mantenía cuerdo.

Después de eso solo fue un borrón, la policía llegó y ambos hermanos terminaron en el hospital rezando que su hermanito siguiera con vida.

— ¿Todo bien? — les preguntó un oficial mientras entraba a la habitación del hospital.

— Lo estaremos en cuanto mi hermano despierte. — le dijo Laura de manera seria lo que hizo suspirar al mayor, ellos habían tratado de ayudar a esos niños pero parecía como si hubieran construido una barrera para protegerse.

— De acuerdo, cualquier cosa saben donde pueden encontrarme o alguno de mis compañeros. — les dijo el oficial para después salir de ahí.

Stiles no tardó en despertar, le dolía todo su cuerpecito pero se relajó al ver a sus hermanos a su lado, quienes habían sonreído con cariño al verlo despierto.

— Ten, toma un poco de agua. — le dijo Laura mientras que el otro ayudaba al menor a sentarse sobre la cama.

— ¿Qué pasó? — preguntó el niño una vez que el agua calmará su garganta seca.

— La mansión se quemó, ellos...

Stiles miró con tristeza a su hermano, puede que él no fuera un lobo pero había aprendido a leer a sus hermanos y sabía lo que sucedía, puede que fuera el menor pero no era tonto, su padre lo entrenó a escondidas para que nadie lo supiera.

— Todos están muertos, ¿no? — comentó Stiles mientras las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas.

Derek lo abrazó con fuerza al igual que Laura, hora solo eran ellos tres contra el mundo.

— Nos iremos de aquí y tendremos una mejor vida, voy a cuidarlos. Lo prometo. — declaró Laura con seriedad.

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Siete años más tarde...

En Nueva York un chico de diecisiete años de cabello castaño oscuros de ojos whiskey, piel pálida cubierta de lunares, vestido con unos tejanos de mezclilla oscuros, una playera vino ceñida al cuerpo y arriba de esta una camisa de cuadros negros y blanco junto con unos tenis negros, caminaba por las calles con una ligera sonrisa adornando su rostro. Cerca de un vecindario la mayoría de la personas lo saludaban con educación, la mayoría de la ciudad conocía a Mieczyslaw Hale, hermano menor de la dueña de la mayor empresa de construcción en la ciudad.

— Bienvenido, joven. — le saludó el portero del edificio.

— Hola, Charles. ¿Algo nuevo por aquí?

— Sabe que nadie se atreve a meterse con ustedes.

Stiles sonrió con orgullo y subió al elevador hasta el último piso donde se encontró con sus hermanos. Laura con ahora veintiséis años se había convertido en una mujer fuerte y seria; Derek en cambio había crecido y con sus veintitrés años se cerró al mundo a excepción de sus hermanos, era frío y no permitía que los demás se aprovecharan del. Unas semanas después de que los Hale se fueran del pueblo Satomi, una alfa que prometió cuidar el territorio les dijo que los Argent habían sido los responsables del incendio, en especial Kate y Gerard.

— ¿Qué sucede, hermanotes? No fui al entrenamiento por estar aquí además quiero terminar temprano para poder ir al cine, hay una nueva película de Marvel y no voy a perdérmela. Tengo una agenda bastante apretada, tengo mi trabajo en el departamento de policía. — les dijo Stiles de manera rápida, el chico había sido diagnosticado con TDHA y con su medicina se mantenía tranquilo pero su cabeza seguía siendo más rápida que su cerebro y se mantenía ocupado durante todo el día.

Derek sonrió ante las palabras de su hermano, todavía pensaba como es que podía decir tantas cosas sin respirar.

— Satomi y Deucalion acaban de llamarme. — los chicos prestaron atención a su alfa — Peter y Cora están vivos, nos iremos a Beacon Hills. 

El Hale AdoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora