Si lo que buscas son historias cortas, de contenido romántico- sexual sobre diversos personajes, déjame decirte que este es tu sitio en el que podrás dar rienda suelta a tus fantasías.
Lo que más me mueve al escribir es crear situaciones con mis p...
Nota de la autora: Atenea me inspira mucho a la hora de escribir y por eso os traigo otra historia en la que la poderosa diosa guerrera está involucrada. Quiero aclarar que esta historia es totalmente independiente a la de Atenea y Odiseo y añadir que Niké (mortal) es un personaje inventado por mí. Si te gusta mi obra, por favor no olvides añadirla a tus listas de lectura y compartirla para llegar a más lectores🤍
Ponte cómod@ y vayamos a Troya, lugar donde comienza esta historia 💗
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Juicio de Niké
Troya
Un día cualquiera transcurrió en Troya. El sol brillaba en lo más alto del cielo, el cielo estaba totalmente despejado y la hija de Dolón, un importante guerrero troyano, Niké, fue a las orillas del río Escamandro con el propósito de refrescarse.
Se despidió de su familia y se dirigió al gran río troyano. Apenas estaba refrescando sus pies cuando tres mujeres acompañadas de un hombre aparecieron ante ella. Les miró un instante y le bastó para saber que se trataba de dioses. Totalmente presa del pánico por si la ira divina recaería sobre ella, salió del río Escamandro y se arrodilló ante ellos.
— Levántate oh mortal. No sufrirás ningún daño— dijo el único dios masculino.
Niké obedeció al dios y se percató de que se trataba del portador del caduceo, Hermes. Miró a las tres diosas que estaban a su lado. A la primera que reconoció fue a la que impera en las batallas, Atenea, ataviada con su característico casco guerrero. Después reconoció a la divina entre las diosas, Afrodita y en último lugar reconoció a la de los níveos brazos, Hera.
— Hermes, mensajero de los dioses, mi nombre es Niké — dijo con temor.
Ella sabía que la voluntad de los dioses era voluble y eso suponía que su vida en presencia de ellos podía sufrir peligro en cualquier momento.
—Oh diosas. Hera, la de los níveos brazos, esposa de Zeus. Afrodita, diosa del amor y divina entre las diosas. Atenea, la que impera en las batallas, indómita — numeró los epítetos por los que las diosas eran reconocidas.
Atenea se quedó impresionada por su cultura. Miró a la mortal y le dedicó una sonrisa. Niké se sonrojó por vergüenza y Afrodita le dedicó una mirada sombría.
— Mortal, abstente de usar ese epíteto tan ofensivo para la diosa guerrera — le advirtió la diosa del amor.
Niké sintió pánico y se arrojó a los pies de Afrodita, pero Atenea miró con enfado a Afrodita y respondió.
— Oh mortal, álzate, no me has ofendido — añadió Atenea para la tranquilidad de Niké.
Esta se levantó y seguía preguntándose qué querían los dioses de ella. Como si Hermes hubiera leído sus pensamientos, le sacó de duda.