(𝐈𝐈)

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Llegada al Olimpo

La diosa de la sabiduría, Atenea, se despidió con pesar de la mortal, Niké, una vez que se cercioró de que efectivamente ese era su hogar.

Se formó el silencio y ninguna se atrevió a decir nada. Niké no quería entrar a su casa, pero Atenea tampoco quería despedirse porque la mortal le causó una muy buena impresión y se sintió intrigada por ella. Niké le dedicó una mirada triste y entró en casa. Atenea la vio con impotencia entrar y a regañadientes ascendió al Olimpo, su hogar.

Transcurrieron un par de semanas. Atenea no podía sacarse de la cabeza a esa hermosa mortal, su mortal desde el momento en el que la eligió como la más bella.

Aprovechaba los banquetes que se celebraban con frecuencia en el Olimpo para ausentarse y observarla, pues sabía que casi ninguna deidad la echaría en falta porque ella era demasiado dura y crítica con los vicios de las demás deidades olímpicas. Estaba tan embelesada observando a Niké que no se percató de la llegada de su tía Hestia, diosa con la que tenía una relación muy cercana.

— ¿A quién observas con tanto fervor, Atenea? — preguntó Hestia mostrando una gran curiosidad.

— A nadie, Hestia — respondió la diosa guerrera y volvió a observar a Niké desde las alturas.

— Atenea, mientes muy mal ¿te lo han dicho alguna vez? — bromeó la diosa del hogar mientras se sentaba al lado de su sobrina, Atenea.

— Sí. Mi padre varias veces me ha dicho que mentir no es mi fuerte. Dada tu insistencia, te diré la verdad, tía Hestia— añadió la diosa de ojos de lechuza.

La diosa del hogar miró con gran expectación a su sobrina.

— Observo a una mortal, llamada Niké, la cual me ha escogido como la diosa más bella frente a Hera y Afrodita —le confesó a su tía.

— Atenea, ¿qué sientes por la mortal? — le preguntó con preocupación.

— Sé por dónde llevas la pregunta y no, no siento nada por esa mortal. Sólo quiero protegerla y convertirla en mi aprendiz — añadió.

— Atenea, sobrina, vuelves a mentirme. Si deseas ver a esa mortal, súbela al Olimpo, no seré yo quien me oponga a esa decisión.

Atenea se sonrojó por haber sido descubierta por su tía. Reprimir sus emociones siempre fue uno de sus fuertes, pero no pudo hacerlo con Niké. Cuando vio que iba a ser violada impulsivamente descendió a la Tierra y mató a sangre fría al violador. Y ahora la observaba y más crecían sus ganas de llevarla al Olimpo y agasajarla como se merecía.

— Tía Hestia, ¿seguro que me das tu beneplácito? Es lo que le ofrecí, hacerle mi aprendiz y la única manera es llevarla al Olimpo y enseñarla todo lo que sé — trató de justificar su decisión.

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