Meraki

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Punto de vista de Daniela

Meraki (s.): Hacer algo con el alma, la creatividad o el amor.

—¿Cuantos años crees que tenga? —Hice la pregunta al azar mientras caminaba con Kayla de regreso al bloque de arquitectura de Harvard.

—¿Quién? —Preguntó de vuelta, sin entender de quién estaba hablando.

—La profesora... —continuó mirándome sin comprender. —María José Garzón...

—¡Ah! exclamó, como si ahora entendiera de lo que estaba hablando.

—¿En qué mundo estás? Hasta ahora solo tuvimos una clase y fue con María José Garzón.

—Lo siento, estaba totalmente pensando en otra cosa. Mi mente estaba en otra parte. —admitió y pareció avergonzada, como si pudiera leer sus pensamientos.

En ese caso, realmente podría.

—O-tro-lu-gar-lla-ma-do-Drew. —dije fingiendo toser, lo que la hizo darme un pellizco en el brazo. —¡¡Auch!!

—¿Pero no es maravilloso? —Me preguntó en tono suplicante, casi como si me suplicara que también me enamorara de él, para que ella no se sintiera tan tonta.

Necesitaba estar de acuerdo en que Drew era realmente hermoso. Era hermoso. Pero no tenía ganas de enamorarme de él. Ni siquiera cerca.

—Es realmente hermoso. Puedo entender por qué estás así. —comenté mientras subíamos las escaleras.

—¡Es casi un dios! —exclamó, exagerando de todas las formas posibles.

Me reí de su comportamiento vergonzoso y le di una palmada en el hombro.

—Lo bueno de todo esto es que estará pegado a nosotras durante todo el semestre. La oportunidad para ti es lo que no te faltará.

—¡Eh! —exclamó Kayla, imitando un acento sureño. —Tampoco para ti.

—Te acabo de dar todas mis oportunidades. —Fingí ponerle una corona en la cabeza. Ella se unió a la broma y fingió hacer una reverencia. Reímos juntas.

Era fácil estar con Kayla. Ella era una persona muy ligera en todos los sentidos. Su presencia irradiaba pureza y diversión. Nos conocíamos desde hacía poco menos de dos días y las cosas eran tan fáciles que podría haber jurado que la conocía de toda la vida.

—No, en serio... ¿No te interesa ni un poquito? —preguntó, ahora en un tono más serio, queriendo una respuesta realmente sincera, sin tonos de broma.

—Seriamente. Mi interés por él es el mismo que mi interés por una puerta. —dije, mirando de un vistazo las puertas de las habitaciones por las que pasamos, todas muy bonitas, con un diseño moderno y al mismo tiempo con un toque de antigüedad. Este fue, con mucho, el trabajo de un arquitecto o diseñador muy sensible al mundo y brillante. —¡No, espera! Tengo mucho interés en las puertas, pero en Drew no tengo ninguno.

Kayla soltó una carcajada muy fuerte, lo que hizo que todos los estudiantes que estaban allí nos miraran. Rápidamente se recompuso e ignoró las miradas.

—Si fuera un chico egocéntrico y hubiera escuchado tu comentario, te habrías metido con su ego. —señaló. —Porque me dolió incluso a mí.

—Menos mal que no escuchó entonces...

—Tengo una duda. —dijo Kayla, apoyándose de costado contra las puertas del casillero mientras yo ponía el código que me habían dado, en la pequeña cerradura roja con la H de Harvard pegada.

—¿Cuál? —pregunté, preguntándome mentalmente cuál es la necesidad de tantos números en un candado.

—Si Drew, quien es un Dios, no te llama la atención, ¿qué tipo de chico te atrae? —preguntó, mirándome intensamente.

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