Nueva York

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Punto de vista de Daniela:

Nueva York (s.): Selva de piedras fabricante de sueños. Donde los sueños se hacen realidad. Donde todo, TODO es posible.

Manhattan, Brooklin, East Village, Queens, Greenwich Village. Empire State, Estatua de la Libertad, Quinta Avenida, Central Park, Puente Brooklin, Times Square. Nueva York.

El centro del mundo. La mezcla concentrada de pueblos, lenguas y culturas. Donde nada se convierte en todo y todo se vuelve nada. Escenario del mundo, donde los locos y sus sueños nacen y mueren, iluminados por coloridos carteles que anuncian las maravillas de la vida. Un pedazo infernal de paraíso en la tierra.

—¿Ahora vas a decirme por qué te propusiste traerme aquí? —Pregunté, en cuanto María José dejó de caminar, cuando llegamos a la mitad de Time Square, luego de caminar unos metros por W47th St y luego en 7th avenida.

La mujer de cabello castaño que caía en perfectas ondas sobre sus hombros me sonrió, luego de darse la vuelta para enfrentarme y apretar mi mano cariñosamente, que había sostenido desde que salimos del auto.

Su cabello tomó un tinte rojizo por las excesivas luces que brillaban a nuestro alrededor y nos envolvían en una atmósfera casi de fantasía.

—Sí, lo haré... —Dijo tranquilamente y caminó con su cuerpo casi pegado al mío, detrás de mí, donde dejó de intercambiar sutilmente la mano que sostenía la mía, dejando así su mano izquierda libre, apartada con cuidado, cabello suelto que cubrió el lado derecho de mi cara, sujetándolo detrás de mi oreja. 

Mi corazón tropezó entre los sutiles toques de sus dedos en mi cara. Su piel cálida hizo que mi piel fría se derritiera bajo su contacto.

—Estás caliente. —Dije solo para que ella lo escuchara, en medio de esa multitud de gente que caminaba a nuestro alrededor. María José se limitó a sonreír ante mi observación y apoyó su mano libre en mi hombro izquierdo sin soltar la mano que sostenía.

—Te traje aquí para que veas este lugar. —Dijo, su rostro casi pegado al mío y miró alrededor de la escena frente a nosotras y luego a mí.

Uní mis cejas, sin entender exactamente lo que María José estaba tratando de decir o hacer. Ella sabía que yo ya había estado allí, le había dicho en el auto, durante el viaje. Entonces su respuesta me dejó confundida.

—Ya he estado aquí. —Hablé tranquilamente, mirando alrededor el exceso de colores y luces, algunas personas que caminaban apresuradas y otras que se detenían a tomar sus fotos o simplemente admirar Times Square.

Los dedos de María José se deslizaron suavemente sobre mi hombro y sentí la leve presión de sus dedos cruzados con los míos. La mujer mayor volvió a sonreír.

—Lo sé... —Dijo en su habitual tono suave y ligeramente ronco. —Pero esta vez quiero que veas. —Destacó la palabra para que yo la entendiera. —No quiero que solo mires. Mirar es un atributo de los ojos. Ver es una función de todo tu cuerpo, mente y alma.

Y luego comprendí que había más que llevarme a ver un lugar turístico de Nueva York. Comprendí que su objetivo tenía mucho más que ver con ella y su mente indescifrable y espectacular, que con un simple paseo por la noche de La Gran Manzana.

—¿Qué debo hacer para ver? —Pregunté sintiéndome gradualmente absorbida por el universo fantástico que era la mente de María José, que se abrió ante mí, dejando al descubierto sus misterios.

—Cierra los ojos. —Dijo imperativamente y yo, aunque sin comprender, cerré los ojos entre un ceño fruncido y otro, dejando escapar una pequeña sonrisa en la comisura de mis labios. La proximidad del cuerpo de la mujer que me envolvía me dejó con un escalofrío constante e insistente que comenzaba con el calor que su cuerpo transmitía a mi espalda y terminaba en la nuca. María José dejó escapar un suspiro en mi cuello y me contuve de suspirar. —Respira lentamente. —Ella habló. —Busca todos los olores que puedas oler...y defínelos en tu cabeza. —Completó y concentré mi mente en mi respiración.

finitus | caché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora