Punto de vista de Daniela:
Aquiver (s.): Tembloroso, vibrante, brillante.
"Nunca más." La frase se repitió en mi mente como si fuera un objeto que María José usó para esculpir mi alma y luego encajar su propia alma, irremediablemente y para siempre con la mía.
La sensación era que mi alma estaba abierta al medio y María José se estaba colocando dentro de mí, abriendo espacios y sumergiéndose en mí, convirtiéndose, no solo en una parte de mí, sino en mí y en ese instante...en ese instante de una promesa de "nunca más", especialmente íntimo, sentí que mi corazón y mi mente se volvían uno. Convirtiéndose en María José. Era como si yo no fuera nada más que ella, como si hubiera encontrado mi lugar y mi propia naturaleza me ordenara quedarme allí.
Y mi lugar era María José.
—Estás temblando. —Observó la mujer mayor, mientras tomaba mi mano y la deslizaba sobre su propio rostro.
Guió las yemas de mis dedos, lentamente, sobre sus labios ligeramente hinchados que brillaban con un rojo vibrante. Mi mente estaba perdida en el movimiento que hacía que mis dedos hicieran en su boca, en su delicado tatuaje en el dedo que sostenía el mío, en la expresión tranquila de su rostro y en lo mucho que sus ojos cerrados significaban más de lo que yo, probablemente, podía leer si estuvieran abiertos.
—¿Qué estás pensando? —Preguntó María José, dejando caer mi mano sobre mi pecho desnudo, gentilmente y fijando su mirada en la mía.
"Que eres hermosa." Me dije. "Que no puedo creer que haya pasado." Pensé de nuevo y sentí una sonrisa involuntaria formarse en mis labios. "Que estoy feliz."
—Estoy pensando que no creo que esto haya sucedido realmente. —Dije la verdad, casi dedicándome al proceso de organizar las palabras de manera coherente cuando sentí su uña contornear amorosamente mi pecho derecho desnudo.
—¿Estas arrepentida? —Detuvo su dedo y centró toda su atención en mí, mirándome con tanta urgencia por recibir mi respuesta que sentí la urgencia de contestar.
"¿Cómo podría arrepentirme de esto?" Pregunté mentalmente, como una respuesta para mí misma, a esa pregunta que solo podría responderse si observaba el eufórico subir y bajar de mi pecho.
Llevé ambas manos al rostro de la mujer que tenía su cuerpo pesando sobre el mío y la levanté levemente, un movimiento que ella siguió y detuvo su rostro en dirección al mío, con su cabello cayendo completamente hacia un lado. No pude evitarlo y cedí al deseo de tocar suavemente todo el contorno de sus ojos, sintiendo el movimiento de sus largas pestañas en la punta de mis dedos, mientras las miraba fijamente y recibía la mirada que nunca había rogado tanto por el acceso a mi espíritu.
—Lo estoy... —Dije en voz baja, mientras pasaba sus pulgares por las cejas perfectamente dibujadas de María José.
Sus cejas se juntaron y su expresión casi se cerró bajo mis dedos. Sentí su pecho pesar más sobre el mío y casi sentí el corazón de María José latir dentro de mi propio pecho, de tan pesado que eran sus latidos.
—¿Estás hablando en serio? —Preguntó y no pude evitar notar toda la aprensión que se revelaba en su tono de voz y se expresaba en su cuerpo.
—Sí. —Dije y de inmediato tiré de su rostro, movimiento que ella siguió y así, mi boca se presionó contra su oreja. —Estoy arrepentida de que hayamos tardado tanto en hacer esto. —Dije y luego puse mis labios suavemente detrás de su oreja. —Estoy arrepentida por haberte hecho marcharte cuando lo que más quería era que te acercaras. —Completé, explicándole mientras subía y bajaba las uñas por su espalda.