Selcouth

5K 370 94
                                    

Punto de vista de Daniela

Selcouth (adj.) : Desconocido, raro, extraño y sin embargo, maravilloso.

"¿Qué está pasando con mi cuerpo?" Pensé cuando noté que mis músculos se contraían en respuesta a la mirada invasiva de María José.

—Maldita sea. Su voz era baja y débil. —Arruinaste mi sofrosina.

Entonces, el mundo se quedó en silencio.

Su mano tocó mi cara e instantáneamente mis sentidos se desviaron hacia el resto del mundo, solo funcionaban para ella. Mis ojos solo veían a María José, mi olor solo distinguía su olor, mi toque solo sentía su toque.

"Necesito controlarme. No puedo ser lesbiana. Esto está mal. No puedo ser...", pensé. "No importa, su mano es tan...tan..."

Sus dedos tocaron mi cara con tanta suavidad que en cualquier otra situación, si alguien más me tocaba así, apenas podía sentirlo. Sin embargo, el toque de María José, aunque era suave, me estaba haciendo temblar.

Sus ojos no se apartaban de los míos y por mucho que mi deseo de apartar la mirada fuera grande, aún mayor era mi deseo de mirar eternamente su rostro, sus rasgos profundos y suaves...sus labios...

—¿Por qué estás temblando? —Preguntó, quitando su mano de mi rostro y yo miré hacia abajo inmediatamente, cediendo a la timidez.

—No lo sé... —Confesé, oyendo que mi propia voz salía demasiado débil y me maldecía por ello. —¿A qué te refieres con que altere tu sofro...? —Hice una mueca tratando de pronunciar la palabra que había dicho.

—Sofrosina. —Ella me ayudó.

—Eso, sofrosina. —Repetí, tratando de memorizar la pronunciación de eso.

María José siguió mirándome de la misma manera que me miró la primera vez que hablamos, en los pasillos de los salones del HGSD. Parecía querer tragarme, parecía querer partirme por la mitad y sumergirse en mí. Y seguí sintiendo estrellas chocando y explotando en mi pecho cada vez que ella me miraba.

La mujer soltó algo parecido a un suspiro y con una mirada de perplejidad, como si discutiera consigo misma, sin dejar de mirarme, respondió.

—Quise decir, literalmente, que estás destruyendo mi paz mental. —Dijo en un tono suave. —Tengo preguntas sobre ti y no puedo responderlas. Necesito las respuestas y solo tú puedes darme esas respuestas.

"¡Mierda!" Exclamé mentalmente. "¿Cómo voy a darle respuestas que ni yo misma he podido dar?"

Era evidente que yo era plenamente consciente de que le debía respuestas a mi profesora, después de todo, la había besado así y de la misma manera había desaparecido de su auto cinco segundos después. Sabía que le debía respuestas, pero no tenía ninguna respuesta.

—No sé si... —Traté de empezar a hablar de eso.

—¿Por qué me besaste, Daniela? —Me interrumpió, ignorando totalmente mi intención de hablar.

Fue directa. Objetiva. Fue mujer.

La tormenta de pensamientos que me vino a la cabeza en respuesta a su pregunta fue tan intensa y llena de hechos que no quise aceptarla como verdades que volví a estrellarme. Apreté los dientes con fuerza el uno contra el otro, tratando de disipar esa avalancha de palabras y frases que me negué a darle como respuesta a ella y principalmente, a mí misma.

"Lesbiana." "¡Kayla! Soy lesbiana." "Boca deseable." "Los sentimientos más incontrolados que he tenido." "Porque eres hermosa." "Porque tus ojos son arrebatadores." "Porque soy lesbiana." "Porque me palpitaba la boca con las ganas de besar la tuya." "Porque me atraes."

finitus | caché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora