Solasta

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Punto de vista de Daniela:

Solasta (adj.): Luminoso. Brillante.

Las luces de Boston siempre eran muy brillantes por la noche. Los puntos amarillos brillaban por todos lados desde una perspectiva lejana, pero no era un amarillo pálido que ves por allí, sino un amarillo intenso, brillante, que combinaba perfectamente con mi estado de ánimo. Había luz a la vista, como una jungla de luciérnagas brillando constantemente en la profunda oscuridad de la noche.

"A dangerous plan, just this time...A stranger's hand clutched in mine." La canción sonó suavemente por el sonido del auto que estaba sintonizado en una radio local. "I'll take this chance, so call me blind. I've been waiting all my life." Aparté la mirada de las luces que brillaban afuera de la ventanilla del auto hacia la luz que brillaba a mi lado: María José Garzón.

Su cabello estaba un poco despeinado, todavía del resultado de mis manos desesperadas atacándola una hora antes. Sostuvo el volante con su mano izquierda, conduciendo directamente por la carretera que conducía al puente de acceso a Cambridge y con la derecha, tomó mi mano, deslizando su pulgar tiernamente sobre mis dedos. Sus labios estaban infinitamente más rojos de lo habitual y ligeramente hinchados como consecuencia de los incontrolados e intensos besos que habíamos intercambiado.

"¿Por qué no la dejaste continuar, Daniela? ¿Por qué la detuviste?" Me pregunté, mirándola conducir discretamente. "Te gusta, sabes que te gusta." Mi corazón me habló en voz baja, como una brisa suave soplando a través de mi mente. 

Llené mis pulmones de aire y lo dejé salir lentamente, tratando de encontrar algún otro alivio para mi recientemente desordenado corazón. Mis ojos, mis enemigos por tantas veces, se fijaron en las bien trazadas líneas de la mandíbula de María José, que, desde mi punto de vista, parecía tener su propia iluminación, casi como si en su rostro se escondieran diminutas luces.

"Please, don't scar this young heart, just take my hand." La canción continuó sonando a un volumen lo suficientemente alto como para que María José y yo la escucháramos íntimamente. El pasaje se me quedó grabado en la mente, como una advertencia para mí, de que era una petición de mi corazón, de la que no había sido consciente hasta ese momento.

"Por favor, no dejes cicatrices en este joven corazón, solo toma mi mano." Pensé y suspiré involuntariamente, mientras miraba el rostro perfecto de María José. Como si hubiera escuchado mis pensamientos, María José presionó sus dedos en mi mano.

No intercambiamos una palabra en el camino de regreso a mi dormitorio. No necesitábamos sílabas cuando el silencio nos hablaba con tanta claridad. Nuestros corazones hablaron con total comprensión, usando solo lo que sentimos.

María José detuvo el auto exactamente en el mismo lugar donde lo había hecho cuando me recogió, siete horas antes. Bajó el volumen a cero y se giró hacia mí.

—Disculpa por traerte tan tarde. —Dijo ella, con extrema cortesía y un toque de dulzura. —La intención era traerte de vuelta a las once. —Dijo, justificándose. 

Fruncí el ceño, sin entender exactamente por qué estaba diciendo esas cosas, sin entender por qué se estaba justificando por algo que definitivamente no necesitaba excusas ni justificaciones.

—Pensé que la intención era no traerme de vuelta... —Dije casi en voz baja, pero logré mantener un tono de voz razonable. 

Los ojos de María José se abrieron un poco y negó con la cabeza.

—La intención estaba lejos de eso. —Dijo ella, en un tono más serio. —Nunca tuve en mente ningún plan para lo que...pasó hoy... —Agregó, mirándome, dándome más certeza de la necesaria.

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