Punto de vista María José:
Rubatosis (s.) : La inquietante conciencia de sentir nuestros propios latidos del corazón.
"Close your eyes and I'll kiss you, tomorow I'll miss you, remember I'll always be true... Cierra los ojos y te besaré, mañana te extrañaré, recuerda que siempre te seré fiel..." La canción sonó suavemente a través de los parlantes del auto cuando, a las 9 am, doblamos hacia Commonwealth Ave, pocas casas lejos de la de Daniela, el jueves, la primera semana del año.
—¿Estaría siendo ridícula si te dijera que no quiero salir de este auto? —Daniela habló en un tono astuto y bobo, unos segundos antes de que detuviera el auto justo en frente de su casa.
—¿Estaría siendo ridícula si dijera que no quiero que te vayas? —Pregunté, apagando la música y volviéndome hacia ella, quien estaba un poco inclinada hacia un lado en el asiento del pasajero, mirándome como si me suplicara que no la dejara salir.
Tomé su mano y la besé tiernamente.
—¿Realmente vas a trabajar? ¿No tendrás tiempo para descansar? —Preguntó la chica, deslizando su pulgar sobre mis labios mientras apartaba mi rostro de su mano.
—Si. Necesito ir a mi despacho, tengo una reunión a las 10:30 am con un cliente y después prometí que almorzaría con Valentina. Y todavía tengo que volver a mi despacho para una reunión con mi ingeniera. No tengo hora para salir de ahí. —Respondí, todavía sosteniendo su mano.
—¿Tu vida siempre es así? —Preguntó la chica preocupada.
—No suelo tener tu compañía cuando viajo...
—¡María José! —Daniela exclamó levemente. —Entendiste la pregunta, no cambies de tema.
—Siempre es así. —Respondí simplemente, asintiendo.
—¿No te cansas? —Preguntó en un tono misterioso.
—¿Tú te cansarías? —Le respondí con otra pregunta.
Daniela me miró por un momento y sonrió, sacudiendo la cabeza.
—Tienes razón... —Dijo y miró hacia afuera, hacia su casa y yo seguí su mirada.
—Creo que hay gente esperándote. —Dije, notando la presencia de una pareja que salía por la puerta de la casa de Daniela.
—Creo que tengo que irme. —Daniela dijo, volviéndose rápidamente hacia mí.
—¿Quieres que vaya a hablar con tus padres? —Pregunté con calma.
—¡No! —Exclamó la chica exasperada y luego trató de recomponerse. —Quiero decir, no tienes que hacerlo, sé que vas tarde y...
—Está bien, Daniela. —Dije, dándole una sonrisa comprensiva.
—¿Me llamas cuando tengas tiempo libre...? —Preguntó tímidamente. —Es solo que quiero saber cómo estarás.
—Te llamaré. —Dije y me incliné rápidamente, dándole un rápido beso en la mejilla. —¿Te veo la próxima semana?
La castaña asintió positivamente con la cabeza mientras abría la puerta del auto para salir, antes de volverse hacia sus sonrientes padres en la puerta de su casa, me envió un beso, luego me recordó que la llamara. Asentí con la cabeza y esperé hasta que subiera las escaleras para poder seguir el camino hacia mi despacho.
La sonrisa de Daniela bailó como una nube en mi mente, haciéndome sonreír mientras conducía por las calles de Boston. En la radio sintonizada por Daniela cuando regresábamos de Nueva York a Boston, la melodía que se había vuelto tan familiar para mí en los últimos dos días comenzó sutil y lentamente arrastró mi mente a los recuerdos de los días anteriores.