Prieten

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Punto de vista de David: 

Prieten (adj.) : Almas amigablemente enamoradas; encanto fraternal.

—Si después de eso no me consideras el mejor amigo del mundo, puedes estar segura de que eres la persona más ingrata del mundo. —Dije mirándome el pelo por el retrovisor del auto de María José, mientras estábamos detenidos en el semáforo camino a Roxbury-Um, uno de los barrios más pobres de Boston.

—Ya te considero el mejor amigo del mundo. —Respondió la mujer a mi lado, mirando el vacío frente a nosotros. —De todos modos, me odiarías si te considerara el mejor amigo del mundo solo porque vas a pasar el año nuevo en una fiesta de estudiantes de primer año.

—¡Probablemente! —Exclamé, reconociendo y saliendo del auto en cuanto el semáforo cambió a verde. —Tienes que considerarme el mejor amigo del mundo por muchas otras razones.

—No es necesario que vuelvas a enumerarlos, David. —Dijo ella con buen humor. —Están grabadas en mi corazón tantas veces que ya me has hecho escuchar. —María José puso ambas manos teatralmente sobre su pecho y por primera vez en casi un mes, vi una sonrisa sincera en su rostro. —Y mira, tengo una enorme dificultad para grabar cosas en mi corazón. Sabes que eres mi prieten.

—Mira quién está sonriendo... —Observé en voz alta accidentalmente y luego me callé, dándome cuenta de que la observación expuesta haría retroceder a mi amiga. —Tú también eres mi prieten.

María José sonrió débilmente y se resignó al silencio, provocando que me maldijera por no haber controlado mi lengua. Se cruzó de brazos y apoyó la cabeza en el respaldo del asiento del automóvil, mientras fijaba la mirada en un horizonte perdido frente a nosotros.

—Tu coche es muy cómodo de conducir. —Hablé en cuanto encontré un comentario verdadero en mi mente y eso desviaría el tema a cualquier otro.

—Asunto equivocado. —Dijo María José, sin apartar la vista del horizonte. —Hablar de mi coche no desviará mi atención de ella.

"De ella." Se refería a la castaña, Daniela.

—Lo siento... —Dije, finalmente viendo el semáforo cambiar a verde y dirigiéndome hacia la calle que estábamos buscando.

—No es como si ella realmente se saliera de la cabeza solo porque me reí de algo. —Dijo María José en tono suave, aun mirando a la calle.

—No entiendo... —Dije, girando a la derecha, aprovechando para mirar a María José.

—No volveremos a discutir esto, Dav. —Mi amiga habló usando un viejo tono de desprotección que solía escucharla usar en el pasado, pero ahora rara vez aparecía.

—Lo siento, pero no puedo. —Dije, prestando atención a los nombres de las calles, para no perder la dirección. —Llevas meses triste, María José. Todo por culpa de una persona que, al menos aparentemente, también te quiere. No tiene ningún sentido en mi cabeza.

—Una persona que es mi alumna... —Empezó a responder.

—Eso nunca fue un problema para ti. Desde el comienzo de esto, el hecho de que ella sea tu estudiante no te ha detenido, así que ni siquiera trates de usar eso como excusa. No conmigo. —Paré el auto, en cuanto vi la casa que buscábamos, justo enfrente de la dirección.

María José suspiró profundamente y apartó la mirada de la calle hacia mí.

—Fui tras ella, dejé mis sentimientos expuestos, le expliqué cómo funciona mi cabeza, dejé más que claro que la quería cuando la volví a invitar a salir. —Dijo María José mirándome. —Y ella dijo que era mejor que no. —Dijo mi amiga y parecía que le dolía tanto que le costaba parpadear, por lo que sus ojos se abrían y cerraban muy lentamente. —Fue su decisión y la acepté. Además, sabes que me cuesta mucho lidiar con los sentimientos. Hago lo que sé hacer. —Ella dijo.

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