Sofrosina

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Punto de vista de María José

Sofrosina (s.): Estado mental saludable caracterizado por el autocontrol, la moderación y un profundo conocimiento de uno mismo, con resultado de auténtica felicidad.

La habitación estaba casi completamente a oscuras y si no fuera por la tenue luz de la lámpara de pie, justo al lado de mi cama, el ambiente sería un tono negro y aunque mi ánimo estaba sombrío en esos últimos días, no me gustaba la oscuridad.

—¿Qué haces en la oscuridad? —La chica entró a la habitación, dejando la puerta abierta, lo que hizo que la habitación ganara un poco más de iluminación y se acercó a mí, dándome un beso en la frente. —¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto taciturno, gótico o...? —Preguntó, usando un tono ligeramente sarcástico.

—Solo estaba pensando. —Le respondí, dándole una sonrisa y apretando levemente su mano, que había sostenido tan pronto como se me acercó.

—¿Pensando en qué? —Preguntó, arrojándose sobre la cama, justo encima de mis pies.

"Daniela." Gritó la voz dentro de mi cabeza.

—No es la gran cosa. —Respondí, sacando mis pies de debajo de su cuerpo.

—Usualmente piensas demasiado, mi amor, imagina ahora, que literalmente te detuviste a pensar en algo. No dudo que en una semana saldrá de esa cabeza un proyecto brillante. —Dijo, estirando su cuerpo perezosamente en la cama.

Un proyecto brillante. Eso definía bien a Daniela Calle. Quizás era mi proyecto más brillante. ¿Estuvo mal considerar al ser humano como un proyecto? Quiero decir, solo quería ayudarla a ser lo que quería ser.

-—Quizás sea incluso mi proyecto más brillante. —Respondí simplemente, dejando que las palabras salieran de mi boca sin pensar realmente en ellas, más como un reflejo para mí que como una respuesta para la chica.

—¿De verdad estás pensando en un proyecto? —Se volvió de costado en la cama, mirándome.

—No exactamente. —Dije, quitándome las gafas de la cara.

—Odio cuando te pones monosilábica. —La chica resopló y puso los ojos en blanco.

Me reí y me acerqué a ella, acostada con la cabeza en la curva de su cintura.

—Haces demasiadas preguntas. —Dije, tomando su mano con cariño.

—Y tú respondes poco, María José Garzón. —Respondió usando el mismo tono que yo y puso su mano en mi cabeza donde poco a poco deslizó sus dedos por mi cabello.

—Respondo según sea necesario, Valentina Garzón. —Dije, manteniendo el tono de la conversación y Valentina se rió.

No solía ser tan evasiva en ningún tema cuando se trataba de mi hermana, pero la realidad era que sobre ese tema específico ni siquiera sabía por dónde empezar a hablar, ni siquiera sabía qué decir.

—Está bien, pero en serio, ¿qué tienes? —Preguntó, usando un tono más serio. —Has estado así durante días...

—¿Así como? —Pregunté, curiosa por saber qué tipo de impresión causó mi desorden interno en el mundo exterior.

—No lo sé... —Dijo pensativa y acomodó su cuerpo, acostándose sobre su espalda, de tal manera que mi cabeza terminó sobre su vientre. —Estás rara, distante, con el pensamiento lejano. Quiero decir, no como si siempre estés pensando en otra cosa, porque normalmente parece que tienes tu mente en Saturno, pero últimamente tu mente está en Plutón.

Me reí y le mordí la cintura con cariño.

—No hay nada extraño en mí, solo estoy más cansada de lo habitual. —Dije, usando la justificación más obvia para terminar el asunto. —Hablemos de ti. ¿Cómo te fue en la escuela?

finitus | caché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora