Punto de vista de Daniela:
Aeipatía (s.) : Pasión duradera y devoradora.
—¿Cómo te miro? —Pregunté en voz baja, casi sin aliento para hablar.
Sus ojos adquirieron una mezcla de intensidad y dulzura. Me miró como si...como si...
—Como si fuera la única persona en el mundo.
Mi cuerpo reaccionó a eso mucho más que mi mente, que se había paralizado. Mi carne se manifestó a esa verdad como si estuviera recibiendo descargas continuas de mil voltios. Mis músculos parecían auto masticarse y el frío que subía por mis piernas, congelando mis huesos y piel, hasta mi cuello, estremecía todo mi cuerpo.
María José miró los vellos de mis brazos y mis manos apretadas en puños, que estaban sobre la mesa. Mi primer instinto fue retirar los brazos de la mesa, pero no me obedecieron. Estaba paralizada.
"Como si fuera la única persona en el mundo." Pensé, reproduciendo mentalmente lo que María José me acababa de decir.
Esa declaración me había sido arrojada como una caja de mil verdades.
"Cuando la miro, es la única persona en el mundo." Pensé, tratando de abrir la boca para decir algo diferente a lo que estaba pensando, pero no importaba lo que iba a decir, no salieron palabras.
María José me miró con atención, con los ojos enterrados en mí, probablemente buscando alguna respuesta que mi boca aún no hubiera dado y aunque no pude controlar toda mi desesperación, no pude controlar mis ojos para sacarlos de los suyos, y así, quién sabe, poder pensar.
—Daniela... —Dijo María José, en voz baja y antes de volver a hablar, apretó la mandíbula y su mirada curiosa se volvió profundamente seria. —No necesitas decir nada, tus ojos hablan más y mejor que tu boca. —Dijo, sin apartar esos ojos devastadores de los míos.
No tenía salida. No había caminos donde pudiera encontrar justificaciones plausibles para evadir la percepción que María José tenía de mí. Solo tenía la verdad y la verdad era que yo...yo...yo estaba...yo...
Simplemente negué con la cabeza para estar de acuerdo con ella, sobre que no tenía que decir nada. Sacudió la cabeza conmigo y sonrió solo con los labios, entrecerrando los ojos ligeramente mientras sonreía.
Estuvimos en silencio por lo que pareció una eternidad, pero fueron solo quince segundos, mirándonos y cuando mi cuerpo ya estaba teniendo dificultades para oxigenar mi cerebro, en respuesta a la mirada invasiva de María José, ella decidió hablar.
—¿Qué harás esta noche, Daniela? —Preguntó, naturalmente tomando su vaso de agua y tomando otro sorbo del contenido, como si no hubiera golpeado mis estructuras.
Junté mis cejas y fruncí los labios en reacción a esa pregunta al azar, pero me obligué a hablar, después de tragarme el nudo que cruzó mi garganta.
—Estudiar. —Respondí, simplemente, optando por la seguridad de las palabras breves.
Una breve sonrisa se formó en sus labios mientras miraba el vaso que estaba colocando sobre la mesa nuevamente. El vaso apenas había tocado la mesa y María José apartó la mirada de mí y como si me hubiera arrojado la mirada con mucha fuerza, mi cuerpo se echó hacia atrás, así que me apoyé en la silla y al mismo tiempo me sentí agotada de ser bombardeada por tantos sentimientos, también me sentí arrastrada por una ligera brisa.
—¿Estás de acuerdo en ir a algún lugar conmigo esta noche? —Preguntó, deslizando el pulgar y el índice por la base circular del vaso.