Your's; Supercorp

19

Cuando desperté en la mañana observé a lena a mi lado, ya vestida y con el cabello húmedo. Ella sonrió suavemente y se acercó para besarme. Gemí. Como quise quitarle la blusa ella se alejó para reír.

—Debo ir a trabajar, y tú también—. Me quejé haciéndola reír aún más, sonreí de vuelta. Nos miramos a los ojos unos segundos.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté preocupada.

Ella arrugó su frente un segundo y luego sonrió.

—Me preguntas a mí como me siento cuando fuiste tú la que recibió unas nalgadas, y merecidas — agregó divertida.

Tomé su mano entre la mías y acaricie sus dedos.

—Más bien estaba pensando en las tres veces que hicimos el amor—. Me congelé un segundo al oírme.

Amor, pensé.

Ella pareció no notarlo porque me dijo.

—Una mujer no se queja por algo así, te lo aseguro—. Lena observó el reloj en su muñeca y suspiró —es mejor que me vaya.

—Deberíamos reunirnos un fin de semana completo —dije —así podríamos pasar más tiempo juntas.

Ella se mordió el labio un segundo y asintió.

—Es buena idea —se movió para besarme pero algo la hizo retroceder —ahora recuerdo, hay algo que no te pregunté ayer —alcé una ceja —la palabra de seguridad.

Arrugue mi frente.

—Hace años que no tengo una.

—No —se veía extrañada por mi respuesta —pero como te asegurabas de no salir herida si...

Negué enseguida.

—La única vez que tuve fue cuando comencé esto —ella seguía con la frente arrugada —luego simplemente si decía que no, era no.

—Mm —murmuró ella —el problema en eso es que yo me sentiría mejor si la tuvieras.

—Dijiste que si decía que no...

—Lo sé —se adelantó —pero eso no solo servirá en ciertas situaciones —se acercó un poco — habrá otras en las que me pedirás que me detenga pero en verdad no lo querrás —ella sonrió y miró un punto al lado de mi cabeza un segundo —dirás que no, y si me detengo me rogaras que continúe — se alejó —y eso es una pérdida de tiempo que nos pondrá en situaciones incomodas.

—Entonces quieres que tenga una palabra de seguridad —ella asintió.

—Sí, lo preferiría —se puso de pie —piénsalo y luego me lo dices.

Lo haré, pensé. Antes de que ella se alejara lo suficiente le dije enseguida.

—lena —me miró —esto, lo de ser una sumisa, solo es dentro de la habitación—. A pesar de mis palabras ella sonrió como si nada.

—Entonces no vamos a jugar en la cocina, el baño, tu comedor —solté una carcajada divertida.

—Sabes a lo que me refiero.

—Lo sé —dijo segura —y no iba a ser de otra manera.