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Observé a Lena a mi lado. Después de un par de semanas por fin había podido regresar a mi hogar, pero lo más importante, por fin estaba con ella a solas.

Lena me había visitado varias veces durante esas semanas, y durante una de esas visitas habíamos hablado sobre lo que pasó, sobre lo que ese hombre y ella hicieron, nada más. No hubo palabras amorosas, declaraciones, solo parecíamos un par de amigas que se mantenían juntas, nada más.

Pero ahora, al estar en mi departamento y luego de observar la nueva puerta en la entrada, sabía que todo eso debía llegar a su fin.

—lena —la llamé suavemente.

Ella me observó enseguida, esperando.

—Tenemos que hablar.

—Estamos hablando —dijo ella.

—Sabes a lo que me refiero, no podemos seguir así.

Ella suspiró y cerró los ojos, llevó una mano a su frente para acariciarla un segundo, como si quisiera borrar un mal recuerdo o un dolor de cabeza.

—Sí —suspiró luego de un segundo—, debemos hablar.

Tomé su mano y la guie hacia el sofá, no dimos ni dos pasos antes de que ella me detuviera. Observé su rostro enseguida, y al ver su mirada supe lo que quería, lo que necesitaba en ese instante. Acepte, sin pensarlo siquiera.

—No te muevas —ordenó ella.

Lena se movió hacia la cocina y regresó con una botella de vino y una copa en su mano. Ella se sirvió y se sentó frente a mí. Mientras bebía observé sus piernas cruzadas, las medias que las cubrían. Subí por su cuerpo hasta el vestido negro que llevaba.

Siempre tan elegante, pensé.

—¿En qué piensas? —me preguntó con su voz firme y autoritaria. Me estremecí. Esa voz podía llevarme al orgasmo como si nada.

—En ti —solte enseguida, al verla alzar una ceja trague—, señora.

Ella asintió satisfecha. Se sirvió más vino y descruzo sus piernas.

—Ven aquí —me ordenó y apuntó con su mano delante de ella.

Caminé hasta pararme frente a ella, luego me arrodillé y me senté sobre mis tobillos. Podía pasar horas así, ahora lo sabía.

Ella tomó mi mentón con un dedo y lo levantó suavemente. Casi gemí ante su toque. No podía ni siquiera imaginar lo que estaba pensando.

—¿Qué pensaste Kara? ¿valió la pena pasar por algo así? que mi ex te amenazara de esa forma, que te disparara —ella me observó con intensidad —¿te hizo cambiar eso de opinión?

—¿Y a ti, qué te hizo pensar? —pregunté.

Lena arrugó su frente y yo tomé sus manos para que no las alejara.

—¿Te sientes culpable no es cierto?, por eso no te acercas a mí, por eso me hablas como lo harías con una amiga, a cualquier persona —Lena cerró los ojos—. ¿Qué pensaste luego de que él me disparara?

Levanté su rostro con una mano.

—Dímelo —pedí.

—Todo eso fue mi culpa —susurró ella.

—Tu no me atacaste, lo hizo él —ella negó con su cabeza —fue Sam quien me disparo. Que él en su mente enferma creyera que lo que hacía estaba bien, que lo hacía por ti, no te hace culpable.

—Pero no pude detenerlo.

—No podías hacer nada.

—Jack tenía razón, debí haberlo enviado a otro lugar, pero creí que estaría bien, que no necesitaba de vigilancia las veinticuatro horas del día, yo...

Your's; Supercorp Donde viven las historias. Descúbrelo ahora