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Observé la casa levemente sorprendida mientras nos acercábamos. Era de dos pisos, de ventanas grandes con marcos de madera. Una casa de estilo clásico irlandés, rodeada de un gran bosque.

—¿Es tuya? —pregunté.

Lena me miró y asintió.

—Ha pertenecido a mi familia desde hace generaciones. Mi abuelo me la regaló hace años.

Asentí. Así que en verdad esta mujer tenía bastante dinero. No había pensado mucho en eso, solo que ahora, era algo bastante obvio.

—En la casa viven dos personas, el jardinero y su mujer —continuó ella. La observé unos segundos.

—Los he conocido desde siempre, son de confianza.

Asentí un poco y seguí observando la casa.

Quería preguntarle qué haríamos ese fin de semana, qué tendría que hacer yo, también me pregunté qué estaba dispuesto a hacer, qué tan lejos sería capaz de llegar.

Negar que sentía curiosidad era ridículo, y que esto también me excitaba, inútil. Porque sí lo hacía, más que nunca.

Observé a lena a mi lado un segundo hasta que el automóvil se detuviera en la entrada. Cuando llegamos a esta una mujer bajita y delgada abrió la puerta, al vernos sonrió enseguida.

—Señorita —saludó a lena

Ella también le sonrió y puso una mano en su hombro antes de saludarla. —¿Cómo has estado, Clarissa?

La mujer nos hizo pasar.

—Bien, aquí, aburriéndome porque nunca tengo visitas

.

Lena volteo sus ojos y me miró un segundo.

—Pero si viniera siempre te quejarías de que te desordeno todo.

Clarissa soltó un bufido y me observó de pies a cabeza. —¿Quién eres tú? —preguntó como si nada.

—No seas metiche Clarissa, y ella es Kara.

—Hola —saludo y sonrió.

—¿Eres su novia?

Alzó una ceja. Me sorprendí de su pregunta y luego reí entre dientes. Era obvio que entre las dos había mucha confianza.

—Eso intento, pero la mujer aquí es difícil.

Lena solo me observó mientras Clarissa reía.

—Lo sé, y espero que sepas lo que haces.

Lena negó con su cabeza divertida al oírla.

—Ya tengo lista la habitación de invitados —dijo Clarissa y la seguimos hacia el segundo piso.

Arrugue mi frente y observé a Lena ante la mención de habitación de invitados. Cuando ingresamos a esta me detuve en el centro a observarla.

El lugar era tan grande como mi departamento.

—Les avisaré cuando esté lista la comida —dijo Clarissa.

—Gracias —dijimos ambas y la observamos salir y cerrar la puerta tras de sí.

—Así que habitaciones separadas.

Lena me miró unos segundos sin decir nada.

—Ven —dijo ella y la seguí hacia una puerta.

Al atravesarla me encontró con un enorme baño que tenía otra puerta, también atravesamos esta y llegamos a otra habitación. En esta me detuve apenas di un paso dentro.

—Esta es la mía —Lena se giró para verme.

Luego sonrió y llegó cerca de mí, rodee su cintura con un abrazo para mantenerla lo más cerca posible de mi cuerpo.

—Como te diste cuenta nuestras habitaciones están conectadas por el baño.

—¿Y por qué vamos a dormir separadas?

—Comodidad, sé que necesitarás de tu espacio durante este fin de semana.

—¿Crees que querré alejarte de mí?

—Creo que querrás que te deje dormir. Reí y besé su mejilla.

—Sabía que eras una pervertida.

—Y tú, una exhibicionista —Lena besó mi cuello —y eres igual de pervertida que yo.

—Me trajiste aquí solo para tener sexo por un fin de semana completo, eso me gana.

—Bien, lo acepto, te traje aquí porque voy a jugar con tu paciencia—. Gruñí y agarré su trasero para alzarla y llevarla a la cama.

—Justo ahora mi paciencia está al límite—. La recosté y me subí sobre ella—. Esto de que estés tan vestida no me gusta.

Metí una mano por su blusa para tocar su vientre, Lena rio al sentirme y me detuvo casi enseguida.

—Como buen policía tendrás que armarte de paciencia, Clarissa ya debe tener la cena lista y aun debes conocer a Alfredo, su marido y el jardinero de este lugar.

Me quejé y recosté sobre ella, cubriéndola por completo. Oculté mi rostro en su hombro haciéndola reír.

—¿Y si nos quedamos aquí y nos saltamos la cena?

—No, necesitaras de toda la energía que puedas obtener—. Tocó mis hombros e intentó empujarme.

Reí al ver que ni siquiera podía moverme un poco.

—Si logras empujarme iremos a comer —dije divertida, ella volvió a intentarlo y esta vez solo me levantó un centímetro—, no te estas esforzando.

Lena gruñó y movió una de sus rodillas bajo mío. Cuando noté lo que intentaba hacer me alejé enseguida.

—Ok, entendí —solté y me senté a su lado.

Ella rio.

—Vamos a comer si tanta hambre tienes—. Salí de la cama y la tomé de la mano para levantarla. Al tenerla cerca la besé hasta que ella gimió contra mis labios.

—Suficiente —suspiró ella —sé que intentas hacerme cambiar de opinión.

—¿Lo estoy logrando?

—No, pero estas muy cerca de conseguirlo.

En la cena conocí al jardinero de la casa, un hombre mayor, de cabello blanco y mirada amable. Pasamos una hora hablando sobre el lugar y Lena.

Clarissa y Alfredo me hablaron sobre la niñez de Lena, de sus travesuras y sus berrinches y de como siempre se quejó de ser hija única.

Ya en la noche besé a Lena en el pasillo e intenté llevarla a mi habitación, no lo logré. Riendo un poco ella me mandó a mi habitación sola, diciéndome que debía descansar, porque desde mañana lo iba a desear.

Your's; Supercorp Donde viven las historias. Descúbrelo ahora