Cap. 11: Semillas de maldición.

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Por alguna razón que no supe entender en su momento, la siguiente vez que César y yo fuimos a casa del supervisor, Camila me sorprendió con un cambió total de actitud, era mucho más alegre y amigable conmigo, tanto que me sentí abrumado. Recuerdo que a veces ella era un poco muy entusiasta y se me acercaba demasiado, sentí numerosas veces como mi espacio personal era violado, incontables veces me puse nervioso y solía farfullar cuando hablaba, pero a ella le daba gracia verme ponerme tímido y se reía cada vez que yo lo hacía.

—Lucy, Sagnier me da miedo —te confesé luego de huir de Camila y toparme contigo caminando cerca de la cocina.

Tú eras muy pequeña para palmearme el hombro, así que me palmeaste el brazo—. Ya, ya, ¿quieres hablar de eso?

—Sí.

—Ven, vamos a mi cuarto.

Tú y yo habíamos tenido un par de conversaciones más, y en la mayoría, tratabas de ayudarme a superar mis traumas. Un día, mientras trabajábamos en el mercado, el supervisor me contó muy feliz que, aunque al principio tú eras bastante cerrada con ellos, no hablabas mucho, y ni siquiera habías querido decirles tu nombre, eso cambió desde que yo comencé a hablar contigo, ya que desde entonces comenzaste a abrirte a él y los demás. Ah~, ¿tienes idea de lo especial que me hiciste sentir? Por eso siempre iba directo hacia a ti cuando los visitaba.

Obviamente, tú y yo no siempre hablamos de mí, llegó el momento de tocar el tema de tu vida, fue entonces que descubrí que mi pequeña psicóloga tenía solo 9 años, que la ropa tan rara con la que llegaste del cielo, era un uniforme que era obligatorio usar en tu escuela, que eras hija única, tus papás te querían y eran buenos contigo, tenías muchas amigas, vivías en un lugar con muchas casas y era común ver edificios de más de 10 pisos.

Te veías muy feliz cuando me hablaste de tu vida, tenías un montón de anécdotas graciosas, y en tu pacífica vida, lo más triste que habías vivido fue la muerte de tu perrito, pero wow, primero me contaste maravillas de él y me hiciste desear conocerlo, para luego contarme sobre su muerte, llorar, y hacerme llorar a mí también, te pasas, Lucy, te pasas. Todo era risas y diversión hasta que te pregunté:

—¿Y cómo fue que apareciste del cielo?

Agachaste la cabeza—... No lo sé.

Hice un mohín—... Entonces... ¿qué fue lo último que recuerdas antes de llegar aquí?

—¿Por qué no tratas de enfrentar a Sagnier? —preguntaste forzando una sonrisa.

—¿Qué...? Uhm... trataré...

Era bastante evidente que habías cambiado de tema porque no querías hablar de eso, así que no te quise insistir más, aunque me moría de curiosidad, porque, o sea, tú me contabas con tanto cariño sobre tu familia y amigos, me pareció extraño que no quisieras regresar, por lo que, de hecho, esa no sería la última vez que te preguntaría por ello, ya que pensé que solo necesitabas tiempo. Sin embargo, más tarde descubriría que no era que no quisieras regresar, sino que no podías hacerlo.

Por cierto, no me he tomado la molestia de explicar cuál es el poder de Alan y los demás, ¿cierto? Voy a hacerlo para que los conozcas más, empezaré por el primero que descubrí, el de Yanis.

Voy a darte un poco de contexto. César decidió confesarse de una vez por todas a Yannel, cosa que yo no creo que haya sido necesaria porque él era demasiado obvio, pero bueno, él planeó usar la navidad como pretexto para regalarle un anillo y entonces decirle lo que sentía, pero para ello, nos pidió ayuda a Camila, a ti y a mí para que nos ocupáramos de distraer a Yanis, al menos el suficiente tiempo como para que César pudiera estar a solas con Yannel y hacer su movimiento.

La eternidad en un mar de estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora